miércoles, 13 de abril de 2011

CARRACAS y MATRACAS


Las utilizaban los niños y chavales, los días de Jueves y Viernes Santo. Recorrían las calles del pueblo, haciendolas sonar. Con ello anunciaban a todos los vecinos el comienzo de los actos religiosos. Sustituían a las campanas. 



También las hacían sonar los monaguillos en algunos momentos de "los Oficios".



Todas éstas piezas, todas diferentes, fueron  hechas por los carpinteros Eugenio y Rufino Martín.







2 comentarios:

Consuelo dijo...

De nuevo me pongo en contacto para felicitaros a todos por vuestras valiosas aportaciones, JAVIER, RAQUEL, JUAN, etc, etc. Tengo que decir que estoy gratamente sorprendida por la participación de tantas personas y por la variedad en cuanto a los contenidos de las aportaciones. Todas de gran valor. La filosofía de Javier que anima al dialogo y el contraste de opiniones. El poema de Bernarda que nos presenta Raquel, precioso. El tema de la nita, que Juan explica muy bien y con todo lujo de detalle. Por último, la exposición de las "carracas". No sé quien lo presenta, pero, todos lo tenemos en nuestro recuerdo y a nadie nos deja impasibles. Repito, muy bien y enhorabuena a todos. Adelante.

Javier dijo...

¡La matraca que dábamos los chavales con las carracas en esos días de Semana Santa! (jueves y viernes santo sobre todo), no está en los escritos: calle arriba y calle abajo recorriendo todo el pueblo a golpe de zapato anunciando la buena nueva. Y es que, en el contexto general, estábamos de luto y las campanas quedaban mudas por necesidad durante esos días.
Y los vecinos, claro, tenían que conocer la hora exacta en la que iban a comenzar los actos religiosos en su iglesia, centro casi único sobre el que gravitaba el motivo y el por qué de esos días de Semana Santa en aquel entonces.
De ahí la importancia que llegábamos a tener nosotros, los chavales, para que, provistos de nuestras inseparables carracas, de diferentes tipos y tamaños, diésemos la noticia puntual al pueblo entero.
Y claro, esperábamos con agrado estos días porque, aparte de no tener que ir a la escuela, nos gustaba ser los protagonistas del momento, aunque sólo fuese durante unos minutos en el día y por ese concreto motivo. Agrado que experimentábamos también en los días previos con los ensayos de rigor, tras desempolvar los artilugios, guardados a buen recaudo en desvanes y buhardillas desde el año anterior, así como alguna que otra competición ruidosa entre nosotros que podía surgir sobre la marcha (entonces sí que la matraca para el barrio estaba asegurada).
Pero si había un momento en el que las carracas sonaban majestuosas y tronadoras a la vez en medio del silencio de la iglesia, era cuando se tocaban durante algunos segundos para acompañar algún momento cumbre de la celebración religiosa de que se tratase, entonces sí que se deseaba ser el monaguillo o monaguillos de turno que tuviesen el privilegio de hacerlas sonar; porque el público esperaba oírlas también. Ello, unido a la imagen que nos trasladaban desde sus hornacinas las imágenes de los santos tapados con grandes telas en señal de luto, hacía que el momento resultase hasta tenebroso por momentos; no en balde eran días que vivíamos entre tinieblas mayormente, por razones obvias, claro.
Toda una tradición que aquí se recuerda con gusto, por lo que se puede apreciar.
Saludos. JAVIER