viernes, 26 de agosto de 2022

jueves, 25 de agosto de 2022

Dejando testigo de Quintanila de Onsoña en Egipto




II Concurso microrrelatos.(IV)

                                             MINA DE ESPERANZAS

Seguramente, sea aquel el lugar más terrible donde he estado: la mina de carbón. No lo pongo en duda ahora que lo pienso mejor, sino que lo afirmo, ha sido el lugar más terrible en el que he estado. En el municipio de Velilla del Río Carrión hay 2 minas y por desgracia tuve que trabajar en ellas durante más de 25 años, el peor ambiente de mi vida. Con lo que me gustaba salir al campo a pasear, tan fresco y limpio, y luego me metía en una cueva oscura sucia y con un ambiente lleno de enfermedades. Podía haber perfectamente un accidente al mes, y por no hablar de las terribles enfermedades que podías coger yendo ahí, un aire muy contaminado y lleno de virus respiratorios, como el coronavirus ese, que ahora está por toda España. Bueno y peor que eso, podías morir en pocas semanas como no te atendieran bien y como antes no tenían los mismos recursos pues… 

Menos mal que me trasladaron cuando ya era un hombre al ferrocarril, a cargar y descargar el carbón. Toda la mañana hacíamos el recorrido de la mina a Ponferrada y fue allí cuando me di cuenta de lo que hemos estropeado el planeta, viendo la central de Carbón echando humo por las chimeneas. ¡Todo el día echando humo, toda la semana, todo el mes y todo el año! Yo estaba muy agradecido por varias cosas: de tener un trabajo y poder alimentar a mis hijos, de no haber muerto por una de esas terribles enfermedades de la mina y de vivir en el pueblo donde vivía, poco tocado por la contaminación del aire que yo veía en Ponferrada. Mi trabajo, nunca me arrepentiré de haber trabajado ahí, me enseño más de lo que podáis creer. 

 Fue allí en el ferrocarril donde aprendí que podía contribuir a tener un mundo más verde y pensando en limpio. Ese trabajo me enseño lo mucho que vale nuestro planeta, no hay otro igual y tenemos que cuidarlo y pensar por el siempre que podamos 

 Nicolás Fernández Calle 




LOS RECUERDOS, EL TIEMPO, LA VIDA 

Ah, los recuerdos. Recordar, el recuerdo es el hilo que construye la tela de araña, tela que sujeta la vida.

 De niños todo es futuro, el presente se escapa, el pasado no existe. Urgente, ágil, vivaz, iluso, ilusionado y feliz avanza la infancia y la juventud, sin apenas recuerdos.

 La madurez deja poso del recuerdo, la primera vez que... Aquella vez que... Se combina experiencia, éxito, fracaso, error, miedo, incertidumbre. Todo a la vez, sin orden, sin límite, sin conciencia de recuerdo ni de tiempo. La vida sucede, pasa y no hay tiempo para nada, ni para recordar siquiera. Solo importa vivir y disfrutar. Vivir con prisas. 

La senectud es el culmen, desaparece lo urgente, el tiempo se ralentiza y también el movimiento, los actos, las palabras. La vida se hace remanso, calma, paz, y afloran a borbotones los recuerdos. Toda la vida es puro recuerdo. Agolpados en la mente, cada momento vivido tiene un recuerdo que lo acompaña. Como envuelto en un film que resguarda cada experiencia. El recuerdo se asoma, se muestra transparente y nítido detrás del cristal que lo protege para no perderse. Pero a la vez tiene personalidad propia, es único, personal y subjetivo.

 La tela de araña que sujeta y forma la vida recoge también todos los recuerdos. Cuando la tela se rompe los recuerdos salen, quedan flotando en un medio inerte donde todos pueden asomarse sin recato y posar, sedimentar el otras telas de araña. Telas de araña que sujetan la vida, y la vida sucede, pasa. La vida sigue. 

FÉLIX RAÚL IBÁÑEZ FRANCO



Mi compañera de viaje 

Son las siete de la mañana, estoy montada en mi Kawasaki 1.200; conduciendo por una carretera secundaria de la costa gallega. Estoy sola, la carretera no es mala y el paisaje es espectacular, el mar, los acantilados, la vegetación, las rías altas son un regalo de la naturaleza. 

Me encanta acelerar, sentir la velocidad, mimetizarse con el paisaje como si fuera un halcón, a veces parece que vuelo. Mi moto, la naturaleza, la brisa y yo. Soy capaz de sentir el aire en mi cara aunque llevo el casco, me siento la dueña del mundo. Esa sensación de vértigo controlado, de descontrol comedido, de un poco de locura en el día a día que asfixia ...., es maravillosa. Lo hago de vez en cuando, pero siempre antes de que Ella llegue. 

He terminado el recorrido, aparco mi moto y llego a trabajar a mi oficina. María ya está delante del ordenador, buscando nuevos clientes. Abro el mío y empiezo a contestar los correos. Bueno, parece que no estoy del todo mal. ¡Ánimo! me digo, y me dirijo a la sala de reuniones. Presentamos un proyecto de publicidad y la empresa de perfumes está interesada, pero la propuesta no es suficiente. Mi jefe, cómo siempre, no ve el lado bueno de la propuesta, ni de la reunión; me plantea que hay que hacer mejoras, tan solo me deja 2 horas para enviar el nuevo trabajo, me presiona. Estoy muy cansada, llevamos una época de mucho trabajo y estrés. No me encuentro muy bien. Entonces, se aproxima, se acerca y lo empiezo a sentir. 

Cuando viene, todo cambia, los colores, los olores, el tacto y sobre todo la forma de pensar. Ella te coloca en el peor de los lugares y te empuja a los espacios de tu mente que no quieres habitar. Porque cuando llega, tu vida se pone patas arriba y tienes la sensación de que un tornado empieza a desmantelarlo todo. 

Sin embargo, cuando vas en moto y aceleras, al menos, la velocidad la controlas tú. Sientes que algo de tu vida depende de tí. Esa sensación, hace que me parezca que tengo un pilar anclado al centro de la tierra en medio de un terremoto. Me conecta conmigo misma. Me encanta. 

A veces se me olvida que hay algo en mi cabeza que en ocasiones no funciona del todo bien. A veces parece que todo es normal, pero surgen los problemas y entonces…Entonces,tu mirada se vuelve gris, borrosa, una niebla inunda tu mente, el estómago se te encoge cómo si te dieran un puñetazo, y duele, las piernas pesan y … el alma duele. Dicen que no duele el alma…Yo les digo, yo les grito, !sí, sí que duele!, y lo hace con tanta profundidad que no sabes de dónde viene; pero lo sientes en lo más profundo de tus entrañas. La gente no entiende lo que te pasa, no comprende por qué las cosas las ves de esa manera, por qué entras en bucle, por qué…, ¿por qué?. Te hacen preguntas y no puedes contestarlas, te quedas en blanco. Sólo has entrado en ese camino tan complicado que te abre la puerta a su mundo, la tristeza. Ella te lleva a lugares oscuros, pero la gente no entiende. Allí casi no puedes ni respirar, allí…., aquello es otro mundo desde el que es difícil volver, el tiempo se enlentece, la mirada se pierde, no existe el espacio, te desorientas en la nada…. Es el lugar donde uno no quiere ir; pero la vida te empuja y a veces, te arrastra. Controlar la mente no es fácil, y muchas veces… la gente no entiende…. tú estás enferma, pero la gente no entiende. 

Tan solo de vez en cuando alguien es capaz de escuchar, de acercarse a tu lugar, de intentar comprender sin juzgar, de estar justo a tu lado, de tenderte una mano y darte un abrazo, eso es lo único que te puede salvar, sin esto las pastillas y la psicoterapia, tampoco funcionan. Mi compañera María es de esas personas, soy afortunada. Las veces que me ha ocurrido, cuando poco a poco salgo de ese mundo de ficción real, lo primero que pienso es que volver con mi Kawasaki a ver el mar, a sentir la brisa, a respirar sin la losa en el pecho, siempre mi moto es un revulsivo para seguir adelante. 

Por eso, cuando estoy encima de ella sé que ha pasado una mala racha, sé que me he salvado de nuevo, tengo otra oportunidad.

 Susana Redondo Martín 




Un tesoro mal guardado

 Silencio llamó a la puerta principal.

 Ésta se abrió, perezosa. Los goznes tenían una música bronca. ¡Hacía tanto tiempo que no se movían!... El óxido se había convertido en su compañero, aferrado a ellos, no podía diferenciarse hasta donde llegaba uno y cuando empezaba el otro… 

Con idéntica parsimonia, apareció Rogelio, el casero. Un hombre flaco y cejijunto, que frunció el ceño al encontrarse allí con un desconocido, el cual, para mayor desgracia, se negaba a responder a sus preguntas. 

 ¿Qué desea? - le dijo- ¿Quién es usted? ¿Cómo ha venido hasta aquí? 

 Silencio, guardaba silencio…

 El casero, miraba fijamente, tratando de encontrar alguna respuesta a sus preguntas. 

 Pero, aquél desconocido, tenía una misión que cumplir, y no era precisamente la de hablar. ¡Por algo se llamaba Silencio! Necesitaba saber por qué Rogelio vivía solo en aquella casa tan grande. 

 Comenzó por observar todo su alrededor. Analizando cuanto estaba delante de sus ojos. 

 Poco a poco, fue adentrándose en la casa, con la misma naturalidad que lo hace quién ha sido invitado a pasar.

 Rogelio, no podía dar crédito a lo que sus ojos estaban viendo. 

 No es posible -decía-. Jamás nadie ha osado entrar en esta casa sin mi permiso. Pero, tampoco hacía nada por evitarlo. 

 Silencio, miró al frente. A lo lejos divisaba un enorme corredor, por sus paredes, se deslizaban madreselvas, haciendo arcos, y en el techo se observaban un sin fin de lámparas, enormes, propias de una gran mansión. Parecían palmeras dadas la vuelta.

 Esto le gustó a Silencio, nunca había visto nada igual. 

 Recorrió una a una las estancias de la casa. Todas estaban vacías. Por más que miró y miró, no pudo encontrar ser viviente alguno, que hiciese compañía a Rogelio. 

De pronto se detuvo. Estaba frente a la Biblioteca. Hizo ademán de pasar, pero… ahí se interpuso Rogelio…

 Deténgase -le increpó-. No le permito pasar, ese es mi tesoro, y no ha habido ni habrá nunca nadie que se atreva a tocarlo. ¡Le prohíbo que pase! -gritó

La biblioteca estaba repleta de libros, libros de todos los tamaños. No había tema que allí no pudiera encontrarse… pero… Rogelio, jamás pudo disfrutar de aquél tesoro, pues… no sabía leer. Por ello, si alguien, fuese quien fuese, se acercaba a la puerta de la biblioteca, (cosa infrecuente) hacía lo imposible por impedirle pasar. 

 Silencio se quedó perplejo y volviéndose hacia Rogelio, le miró por última vez, con un deseo imperioso de decirle: “no me extraña que todos te hayan abandonado”. Pero, haciendo honor a su nombre, se fue en silencio por donde había venido.

Mª Consuelo Relea Bores



Ganadores concurso

Menciones Honoríficas

Relatos (III)




miércoles, 24 de agosto de 2022

II Concurso microrrelatos.(III)

 DE SOL A SOL 

Todavía no suena la alarma, pero estoy despierto. La tenue luz que traspasa las contraventanas de la habitación me indica que es hora de ponerse en pie. Supongo que los años de rutina finalmente han dejado su huella en mí. Salgo de la cama espantando de un plumazo las quejas que mi cuerpo amontona y comienzo a funcionar. Me descubro vistiéndome sin ser consciente de cuándo he empezado a hacerlo y confirmo mis sospechas: el tiempo es amigo de la costumbre. Mientras la casa aún duerme, salgo de ella sabedor de que un día más, el campo amanece. En el ambiente la brisa húmeda sólo presente tras una noche de tormenta llena mis pulmones. Mi mente, que todavía juguetea con la pereza propia del que madruga, lucha por ordenar el quehacer de la jornada como quien monta un puzzle sin sus gafas de cerca. 

Al igual que la tierra no entiende de vacaciones, el sol no da treguas. Sus rayos, implacables y abrasadores, son tan necesarios para el futuro de la cosecha como la sombra y el reposo para que uno no sucumba a la temperatura. Aprieto el paso para aprovechar la amabilidad que por tiempo limitado me brinda el madrugar y subo a la máquina suspirando. El olor a sudor de la cabina impregnado en el asiento que diariamente carga con mi peso, me recuerda el esfuerzo y dedicación que supone este trabajo olvidado por muchos.

 Enciendo el motor y me dirijo hacia el destino de hoy. Por el camino, observo embelesado las solitarias gotas de lluvia que se resisten a evaporarse. Al paso de mi máquina algunas tintinean y desaparecen para siempre entre las grietas del suelo. Otras, las más duras, aguantan el embiste del temblor, regalándome una estampa que parece detenida en el tiempo. Desplazo la vista más allá, atisbando las extensas tierras que se han convertido en compañeras de vida. Maniobrando hacia ellas, mi voz interior me cuestiona, ladina, si hice bien en seguir los pasos de mi padre. 

Un fugaz recuerdo de él atraviesa mi realidad y, de nuevo, la punzada en el corazón al mirar de cerca el vacío que ha dejado. Saboreo con amargura la sensación de que su ausencia llegó quizás en nuestro mejor momento y me dejo hundir en las memorias. La dedicación, esfuerzo y trabajo que transmitía en cada decisión tomada. Su mirada, chispeante e ilusionada, cuando le acompañaba de niño en la cosecha del verano. La sonrisa, que se rebelaba valiente tras su rostro aplomado al hablar de las tierras ahora mías. 

Perdido en el encanto de estas ensoñaciones, la máquina realiza inmutable y flemática lo que antes hubiera supuesto días de manos versadas y desgastadas. El final del camino me saca del ensimismamiento, obligándome a girar y comenzar un nuevo trazado. Sólo el sutil movimiento de mi sombra se presenta como único testigo del paso del tiempo. Me fusiono con el gigante de hierro, capitaneándolo, mientras surcos infinitos en la tierra nacen a medida que avanzo. Antes de darme cuenta, una leve quemazón en la nuca llama mi atención, y levanto interrogante la cabeza hacia el sol, quien parece responderme en silencio que el momento de descansar brevemente ha llegado. 

 Me detengo para contemplar la vasta llanura que se prolonga frente a mí y todo lo que ella me ofrece: la libertad y el aire puro, la naturaleza, la satisfacción de ver crecer los frutos del empeño y la constancia…Porque definitivamente, en esto uno sabe cuándo empieza el día, pero no cuándo lo termina. Porque como decía mi padre, al llegar a casa parece que la ropa pesa más. Aun siendo de sol a sol, el cierzo despeja mis dudas eligiendo de nuevo el campo. 

ERIKA MARTÍNEZ ALONSO



El camino del molino

 Entre los diferentes caminos que surcan la vasta superficie del término municipal de Velillas del Duque, así como existe el camino por todos conocido como del río –muy transitado por vecinos y aficionados foráneos a la pesca-, existe también otro camino al que se le denomina del molino. Y que, lógicamente, si el primero nos conduce hasta el río Carrión, que por aquí pasa, el segundo lo hace hasta el molino existente en un cuérnago de este río, como testigo del pasado. 

 Y aunque, por ello, ya no estaba en funcionamiento, a los chavales de aquellos años nos gustaba, en nuestras correrías por el campo, acercarnos hasta él de vez en cuando. Y más desde que, estando en la escuela, alguna tarde la maestra nos llevase de paseo hasta él. Aprovechando este paseo como una clase práctica al aire libre, cargada, además, de la correspondiente didáctica de la naturaleza.

 Donde, además, y sobre el propio terreno, nos iría contando cómo funcionaba el molino y la gran utilidad que para la comarca tuvo en el pasado. Y que en él, situado en un paraje realmente lleno de encanto, en medio del brazo de río cuyas aguas le proporcionaban la fuerza motora para su funcionamiento, residiese durante aquellos años el molinero y su familia.

 Una vez aprendido todo esto, a nosotros los chavales lo que realmente nos gustaba era acercarnos de vez en cuando hasta el molino a nuestro aire, con paradas varias a lo largo del camino para entretenernos buscando nidos de pájaros y atentos también a si, de pronto, de entre las hierbas y maleza del camino surgía alguna culebra, a la que sí temíamos de alguna manera. Por eso, durante el recorrido solíamos ir provistos cada uno de nosotros de una vara o palo de una cierta longitud que nos protegiese en un primer momento ante algún peligro de este tipo.

 Una vez llegados al molino, al estar en desuso y abandonado a su suerte, habíamos descubierto ya un pequeño agujero en una de sus paredes laterales por el que poder colarnos al interior y deambular libremente por el mismo. Eso sí, yendo todos en grupo para mejor protegernos ante cualquier inconveniente del tipo que fuese; y es que habíamos leído en algún libro de la escuela alguna historia de fantasmas que habitan este tipo de edificios solitarios y abandonados. Y no sabíamos si en alguna de aquellas estancias del molino iba a aparecer de pronto alguna sorpresa así. 

 Recorridas ya todas la estancias de la casa, siempre nos sorprendía, no obstante, una de ellas, a la que no podíamos acceder porque se encontraba cerrada con un grueso candado, y nos entraba la curiosidad cada vez que pasábamos a su lado. Y hasta alguno de nosotros creía haber escuchado algún rumor o ruido extraño, que rápidamente atribuíamos al agua que circulaba bajo el propio molino. Aunque nos quedábamos siempre con la duda; quizás en la próxima ocasión…

 Una vez en el exterior, en una especie de pradera y a la sombra de un grupo de árboles, sentados sobre la hierba dábamos buena cuenta del bocadillo que nos habían preparado en casa, mientras a nuestros pies corrían mansamente las aguas claras y cantarinas del río una vez sobrepasado el molino, para juntarse algunos metros después con el cauce principal del Carrión. 

 Y nosotros, acabada aquella tarde de aventuras un tanto inconclusas, porque llevábamos aún en la mente la incógnita de lo que pudiera esconderse tras aquella puerta cerrada a cal y canto, emprendíamos el camino de regreso al pueblo, eso sí, sin olvidarnos de nuestras varas.

 Andando los años y con el auge que supuso la revitalización de la música folk de nuestra provincia, han salido a la luz viejas coplas y canciones populares con el molinero y la molinera como protagonistas, y sus amores y desamores aireados a los cuatro vientos. 

 Y nosotros, claro, al escucharlas cuando mayores, como referencia física teníamos siempre una muy concreta a la que llevar plásticamente esas aventuras y desventuras así cantadas: nuestro querido molino del pueblo. 

 José-Javier TERÁN DÍEZ 





EL MAR 

¿Qué te puedo contar del mar? Que es azul, inmenso, precioso, peligroso… Pensarás… para contar esto, mucho no hay que pensar y quizás nada nuevo te pueda contar, pero vamos a indagar e intentar ir más allá. 

Algunos sentimientos afloran cuando nos acercamos al mar, su olor ya nos hace emocionar, cuando lo divisamos no te puedes imaginar y el salitre en nuestra piel es bastante peculiar.

 Es un confesor o un psicólogo, más bien diría yo, sentados a su lado buscamos consuelo y paz, incluso parece detener el tiempo y, si cerramos los ojos, el relax ya es lo más. 

Como músico tiene un gran talento, con esa melodía agradable e interminable que nadie se cansa de escuchar, esto no es fácil de lograr. 

 Fue, es y será el modelo de todos los tiempos, junto a él todos queremos posar y en todas las fotos sale perfecto y, si es al atardecer, ya ni te cuento. 

Está en plena forma, no cesa su movimiento, un día suave, lento…y otro día brusco, tenso… Aun así, incansable en el tiempo. ¡Madre mía! ¿Cómo puede ser esto? Si nosotros, jugando con él, acabamos sin aliento. 

Para terminar, no puedo dejar de mencionar que es un romántico eterno, enamorado y atraído por la luna todo el tiempo, por ella siempre en movimiento, sin poder alcanzarla en ningún momento. 

Y ahora, ¿qué me dices?, ¿sabías tu todo esto?, ¿a que el mar es perfecto? 

Para todas aquellas personas en las que el mar despierta un sentimiento especial. 

 Rocío Gómez Tejerina 




EN LOS OJOS DE UN GATO 

 Bajé la pantalla del ordenador con un golpe seco y apoyé la cabeza sobre este. Cada día las jornadas laborales se volvían más pesadas y monótonas, y peor pagadas. Siendo una mujer soltera y sin capacidad para poder tener hijos no debería ser un problema, pero no me podía dar tantos caprichos como me gustaría. 

 Salí de las oficinas y cogí un taxi, ya que el coche estaba en el mecánico, y me encaminé a buscarlo. Al llegar, recibí una cálida bienvenida de Scott, mi amigo desde que tenía memoria. Él siempre había estado conmigo en las duras y en las maduras. 

 - Hola Rosa, siento mucho, ya sabes, lo que pasó. 

- Tranquilo, estoy poco a poco aprendiendo a vivir con ello.

 No volvimos a tocar el tema y me marché a casa satisfecha, sabiendo que mi coche funcionaba como lo hacía antaño. Al llegar, aparqué el coche y fui al jardín a regar unas flores que había plantado recientemente. Me transmitían la paz y serenidad que me faltaba después de aquello.

 De repente, escuché un ruido en los arbustos, me di la vuelta para ver un gato negro, con los ojos de un amarillo casi fluorescente. Me miraba como si estuviera diciéndome, te vi y sé lo que hiciste.

 Cogí una escoba que encontré en el cobertizo donde guardaba mis herramientas de jardinería y lo espanté, pero sabía que volvería, siempre lo hacía. 

 Entré en casa agotada, me hice un café bien cargado acompañado de una cena ligera y me metí en la cama esperando dormir aunque fuesen sólo un par de horas. 

 Me desperté a medianoche, como normalmente solía hacer cuando escuchaba aquellos extraños golpes en el baño. Siempre era lo mismo, simplemente cogía algo con lo que pudiera golpear e iba al baño. Pero lo único que encontraba era mi propio reflejo en el espejo sonriéndome con malicia, casi mofándose de mi. Parecía mi consciencia teniendo vida propia y arrastrándome a lo mas profundo de mi mente, donde recordaba cosas que preferiría olvidar.

 Nunca encontraba nada más, hasta aquella noche en la que abrí la puerta del baño y, como de costumbre, me miré al espejo. Pero esta vez vi nítidamente una figura de un señor con sombrero detrás mío, mirándome con aspecto aterrador. Antes de que pudiera echar a correr me cogió del brazo y me arrastró a lo más profundo de la oscuridad mientras mi reflejo se reía diciendo que la culpa era mía.

 Me desperté sobresaltada pero aliviada de que fuera un sueño. Aquel no era otro que mi marido, al que había matado y enterrado en el jardín años atrás, y plantado flores para encubrirlo. Aquel indeseado incidente que había terminado por desaparecer, y del que no había dejado ni rastro de culpa. 

 Me calmé sabiendo que nunca podría hacer nada más pero al darme la vuelta, asustada, me sorprendió volver a ver a ese gato en la ventana, mirándome con los ojos de mi difunto marido y preguntándome. ¿Porque lo hiciste?

Carla Estellés Salaza



La Luna 

La Luna espera acurrucada entre las sombras, la llegada de la noche. Al verla llegar su rostro se ilumina, su cara se llena de alegría, sus ojos brillan de emoción y empieza a moverse lenta y majestuosamente por el espacio, que la acoge en sus cálidos brazos.

 Al moverse en el universo observa el movimiento de las nubes, que a veces le envuelven en sus vestidos de algodón, en otros momentos juegan con ella a las adivinanzas. Dicen las nubes, ¿de qué color es esa montaña?, contesta la Luna, verde, responden las nubes, fallaste. Inténtalo de nuevo, imagina el color, inventa, fabula, da rienda suelta a tu fantasía. Replica otra vez la luna, el color de esta montaña es... púrpura azulado con tonos amarillos. ¡Acertaste!, ¡acertaste!, contestan alborozadas las nubes, y ríen a carcajadas cogiéndose de la mano y bailando una danza trepidante, que les hace olvidarse de penas y fatigas. 

 Viajando por el firmamento, unas veces volando, otras caminando lentamente, descubre aves que le acompañan en su camino, estas le hablan del largo viaje que realizan, hasta llegar a su destino a miles de kilómetros de distancia. Al otro lado del océano, en otras tierras que pisan otros hombres, le hablan de unos valles llenos de montañas donde el viento crea fantásticas melodías, que compiten con los rumores de torrentes que se deslizan montaña abajo, hasta desembocar en valles más profundos, llenos a su vez de alegres sonidos, acompañados de sus silenciosos momentos. 

 La Luna gira, gira, se desliza sigilosamente, espera que los sonidos pasen, que los silencios lleguen, que todo el mundo la mire, que surjan los colores, que el fuego la consuma, que todo se detenga... para disfrutar la vida, para vivir el tiempo. 

 29 de Enero de 2001 

 Agustín Relea Bores 


Ganadores concurso

Menciones honoríficas

Relatos (IV)





martes, 23 de agosto de 2022

II Concurso microrrelatos.(II)

 S.O.S. 

Seguro influido por lecturas horrendas llegué a creer una noche de invierno que mi abuela había agotado su paciencia conmigo y no iba a dejarme ver un nuevo día. Durante toda esa tarde estuvo mirándome de reojo y a ratos soltaba una risa entre tonta y siniestra. Me escamaron sus prisas para que terminase la sopa y me acostase prontito y su cabeza ladeada como la de un muñeco roto y el frotarse con frenesí las manos. Encerrado en mi cuarto busqué por todos lados pero no hallé nada que hubiese podido utilizar como defensa. Rendido por las emociones del día me metí en la cama y me abandoné a mi suerte. Antes de cerrar definitivamente los ojos se me ocurrió que podría, al menos, dejar constancia de mis temores. Sin otra cosa más a mano marqué con mi uña en la madera de la mesita una señal de socorro, apenas tres letras. Eso bastaría, pensé, para dar que pensar al oficial encargado del caso. A la mañana siguiente desperté pues estoy escribiendo y bajé como si nada a desayunar con mi abuela. Yo nunca le pregunté. Ella nunca me dijo. 

 DAVID ARGÜELLES REDONDO (Primera mención honorífica 2022)




EL PARAGUAS

 Aquel paraguas era negro, envejecido por el tiempo, sin embargo convivía en el paragüero con paraguas mucho más jóvenes de colores alegres y atractivos dibujos, que en vez de evocar la lluvia, sugerían momentos apasionados a la luz de la luna. 

 Pero el paraguas negro tenía una historia, guardaba entre sus pliegues muchos secretos que solo parte de la familia de aquella casa conocía. Había pertenecido al abuelo y era uno de sus objetos favoritos.

 Imaginad a un hombre joven que comienza a trabajar en un colegio enseñando a leer y a escribir a los niños y niñas de un pueblo perdido en las montañas del norte. Deja su ciudad castellana y se traslada a ese lugar con una mezcla de incertidumbre y emoción por la nueva experiencia. 

 Damián era ese joven profesor y Damián fue luego mi abuelo. Yo me enteré de muchas cosas investigando entre los diarios que él escribió día a día durante toda su larga vida. Y fue revolviendo, leyendo y buscando en los cajones de su escritorio donde encontré una historia triste y conmovedora. 

 Damián se alojaba en una casa del pueblo donde le habían acogido con gusto y cariño, pues era un orgullo alojar al nuevo profesor de la escuela. Le gustaba el pueblo y sus gentes, lo que ya no le gustaba tanto era la continua lluvia a la que no estaba acostumbrado. De hecho, entre sus pertenencias no figuraba ningún paraguas. En aquella casa además de la madre viuda, vivía una joven, Daniela, que se ocupaba de algunas labores y cuya principal actividad era llevar las vacas a pastar. Todas las mañanas temprano las dirigía a los prados cercanos donde con ayuda de un perro pastor las vigilaba y protegía. Damián la acompañó algunas veces, en el amanecer en aquellos campos se sentía transportado a otro mundo desconocido y en esos parajes empezó a observar a la muchacha. 

 Damián se sintió atraído por aquellos ojos tan azules y por el cuidado con que trataba a los animales. Así fueron pasando los meses en aquel lejano pueblo, entre las clases en el colegio y las salidas a los campos con la muchacha, las vacas y su perro guardián. Llovía casi todos los días y esa lluvia silenciosa y triste lo envolvía todo. El paraguas de Daniela estaba casi siempre presente y con él se protegían los dos. Hablaban de sus proyectos y debajo de aquel paraguas se dieron el primer beso.

 Una tarde de forma inesperada Daniela le reveló a Damián que tenía que marcharse del pueblo. En Madrid había un niño que la necesitaba, y tenía proyectado buscar rápidamente trabajo allí. Damián se sintió abrumado, perdido, desesperado. Se imaginó quién era la madre de aquel niño y comprendió que él no tenía más remedio que aceptarlo.

 Llegó el día de la marcha de la joven. En la estación se oyó el pitido del tren y Daniela le mandó el último beso desde la ventanilla y dejó deslizar el paraguas negro para que fuera para siempre de Damián.

 Margarita Alonso García−Amilivia (Segunda mención honorífica 2022)




ESA CANCIÓN

 Juan soltó la pala de repente. Había empezado otra vez. ¿Cuántas iban ya? ¿3…? ¿4…? Había perdido la cuenta. Desde el momento en que pisó la hierba del jardín, volvía a su cabeza cada poco rato. Cogió el bajo de su camiseta y trató de secarse el sudor que ampliamente le cubría la cara, mientras dejaba que sonase. Las débiles notas de la guitarra que daban inicio, a las que se unía una melodía de flauta que precedía a la voz inigualable de Jimmy. Mientras cogía el mango de la pala de nuevo, empezó a susurrar la letra sin darse cuenta. 

Aunque habían pasado casi tres décadas, recordaba con claridad la primera vez que la escuchó. Recordaba esa tienda de discos del pueblo, a la fue con Miguel, uno de esos amigos que conoces desde que dejaste de llevar pañales. Recordaba entrar y escuchar esa canción sonando en un vinilo a través de uno de los tocadiscos en venta. El débil inicio, la melodía principal de la voz que atrapaba a la vez que imponía, para finalmente rematar con un final más rápido y pesado que anclava la canción en tu cabeza. Nunca había escuchado nada parecido. 

 Conseguir el disco no fue fácil. Resulta que el vinilo que estaba sonando era un LP de primera edición, importado directamente de Inglaterra. El precio superaba el salario de su padre en aquel entonces. Pasaron 2 meses hasta que la distribuidora entregó la versión española, con un precio diez veces menor. Pero cuando llegó ese día, el protagonista no fue el vinilo. 

La memoria se la trajo con nitidez. Aquella chica bajita de tez clara y ojos verdes, con un frondoso pelo castaño que le caía a través de los hombros, sostenía uno de esos vinilos. Juan siempre se había considerado tímido, pero algo en su cabeza que nunca supo describir le obligó a acercarse donde ella estaba. En un primer momento él no habló, simplemente cogió el mismo disco, se puso a su lado, y sonrió. Ella le devolvió la sonrisa, a la vez que sacaba algo de dinero de su chaqueta de cuero, impropia para ese mes de Julio.

 Lo siguiente en acudir a su memoria fue cuando él volvía a la mesa de aquel bar cutre del pueblo con la tercera ronda de cervezas, y se encontró en medio de la típica conversación pseudofilosófica entre ella y Miguel, ambos presentando señales de que ya habían bebido suficiente. Por supuesto, él había olvidado todo el contenido de dicha conversación, salvo una cosa que dijo ella: quería que, cuando muriera, la enterrasen exactamente como la encontraran. Para ella, no tenían sentido las mortajas, ni los arreglos estéticos cuando se trataba de meros cadáveres. Curiosa opinión. Siempre se lo pareció.

 Los siguientes 15 años pasaron como si hubiesen sido semanas, o al menos en la memoria de Juan. Desde que él la pidió salir una noche en aquel mismo bar, hasta el mismo altar en el que Juan la esperó mientras ella caminaba con ese vestido blanco; esa casa a medio construir que compraron a las afueras, o ese ascenso en la factoría cuando el supervisor se jubiló. Los momentos malos y buenos que conforman lo que podemos conocer como vida. Y cuando uno la recuerda, la memoria se encarga de filtrar qué quieres conservar y qué no. Es un buen mecanismo de defensa. 

Unas últimas gotas de sudor le resbalaron por las mejillas cuando por fin se detuvo; el agujero ya estaba hecho. Dejó caer la pala al suelo, y se giró para echar un último vistazo a los dos cuerpos desnudos a sus pies. Los cortes eran toscos e imprecisos; la puntería nunca fue una de sus cualidades. Cogió uno de los cuerpos por un brazo y lo arrastró adentro. “-Lo siento, Miguel”, pensó. “Nunca supe tus deseos en cuanto al sepelio. Sólo conocía los de mi mujer, y ahora, tú formas parte de ellos.” Cogió el otro cuerpo por una pierna, y lo colocó junto al otro. Luego, puso ambos de costado, uno en frente del otro. 

 Juan cogió la pala de nuevo, y comenzó a echar la tierra que había excavado previamente adentro de la improvisada tumba, esperando que esa canción comenzase a sonar de nuevo. Pero no lo hizo, Nunca volvería a hacerlo. 

Carlos Calle del Río (Tercera mención honorífica 2022)




Ganadores concurso.

Relatos (III)

Relatos(IV)



lunes, 22 de agosto de 2022

II Concurso microrrelatos (I)

 

LO LEERÁS DOS VECES 

 Ya no aguantaba más. La fuerza interna que había mantenido a raya su curiosidad, por fin había reducido su resistencia y le permitía dar rienda suelta a su espíritu aventurero. Sabía que quedaban muchas preguntas todavía sin respuesta: qué había detrás de esa sucesión de luz y oscuridad que se había hecho permanente en su vida, el porqué de esa sensación de falta de espacio que estaba llegando a ser asfixiante, entre otras muchas. A esto se añadía su intención de abandonar la continua lucha por ese sustento que empezaba a quedarse bastante escaso.

 Últimamente ese deseo de escapar, que en alguna ocasión había sentido, había crecido tanto que era casi imposible ponerle freno; la misma fuerza interna que anteriormente le retuvo, ahora le empujaba de tal manera que era inútil resistirse, y se dejó llevar, se impulsó con todas sus ansias hacia la estrecha abertura y de forma casi instantánea sintió cómo partes de su cuerpo hasta ahora inservibles, incluso molestas, se hicieron imprescindibles a la vez que disfrutaba de una nueva y muy placentera sensación y en ese mismo instante, esa misma fuerza interna que seguía presidiendo su vida le hizo la más importante revelación: eres golondrina.

 CARMELO J. CALLE MONTES (Primer premio 2022)



- EN LA MEMORIA -

 Aquella mañana, el abuelo Anselmo se levantó más temprano que de costumbre, porque no era un día como los demás, era el día de la matanza. La tarde anterior había preparado todo lo necesario para la ocasión, el tajo, los cuchillos, la caldera, las cuerdas y las pajas de colmo para chamuscar al cerdo, sin olvidar el aguardiente y las pastas para los asistentes. 

A medida que iba transcurriendo el tiempo, se volvía más inquieto, viendo que ninguno de sus vecinos llegaba.

 No se había presentado Mauricio, el matarife, ni Evaristo que siempre estaba dispuesto a echar una mano en aquellas ocasiones, ni se había acercado Pepe que, aunque solo fuera por el orujillo, no faltaba nunca a estas convocatorias.

 Parece que todos se habían olvidado de la cita. Nervioso por la ausencia de sus colaboradores, se acercó a la pocilga y viéndola vacía, pensó para adentro:

 ¡tú también me has fallado!

 Luis E. Pozo Calle (Segundo premio exaquo 2022



¡Ay, qué cabeza!

 Mi abuelo ha perdido la cabeza. Era un hombre amable, inteligente, vital… hoy parece otro. No se acuerda de mi padre, del pueblo, ni de la abuela…, incluso me llama loco y se pone agresivo. Grita y me pide que le deje en paz. Siempre le espero ilusionado en el mismo banco frente a la iglesia. Él se sienta y me ignora. Yo le miro. Unas veces es alto y otras bajito. Tiene el pelo blanco o a veces está calvo. En algunas ocasiones tiene una enorme barriga y en otras está delgado. Lo mismo dice que se llama Juan que Ramón o Victoriano... No lo reconozco, la verdad. 

Mª LOURDES CALLEJA ISLA (Segundo premio exaequo 2022)



ACTA DEL JURADO DEL II CERTAMEN LITERARIO DE MICRORRELATOS RAPOSOS 2022 

Reunido el 30 de julio de 2022 el jurado del II Certamen Literario de Microrrelatos Raposos 2022 de modo telemático, y actuando Dña. Helena Castán como presidenta, D. Pablo González Arias como secretario y Dña. Gema Montejo y Dña. Carmen Viñas como vocales, tras el análisis de los textos presentados al certamen y su posterior deliberación, 

NOTIFICAN: Que tras proceder a la lectura de los dieciséis trabajos presentados al certamen, el jurado valora muy especialmente la elevada participación en este concurso, lo que transmite el importante papel que para esta comunidad desempeña la escritura, no solo como medio de comunicación, sino también como expresión artística. 

Escribir un microrrelato no es tarea fácil, pues requiere concebir una idea sugerente, y saber plasmarla con muy pocas palabras que sean capaces de causar impacto. Es decir, hay que conseguir que un texto muy breve no deje indiferente al lector. 

Todos los relatos presentados tienen algún elemento que los ha hecho merecedores de una reflexión profunda. Por ello, el jurado desea felicitar a todos los participantes y animar a que sigan contribuyendo, a través de la palabra, al diálogo y la conexión emocional entre las personas, que es lo que, al fin y al cabo, representa el arte. 

Dicho esto, el jurado acuerda conceder el segundo premio, ex - aequo: 

Por la belleza en sencillez de la prosa, reflejando una circunstancia cotidiana en nuestras personas mayores, y logrando cambiar la perspectiva de la misma para sorpresa del lector, el jurado decide conceder el segundo premio a María Lourdes Calleja Isla por su microrrelato titulado: ¡Ay, qué cabeza!

 Así mismo, el jurado destaca y valora la narración cercana de una actividad costumbrista realizada por nuestros mayores y que forma parte de nuestras tradiciones más arraigadas. La prosa limpia y rica en matices hace que la sorpresa hilarante provocada al lector permanezca al finalizar su lectura. El jurado acuerda conceder el segundo premio ex – aequo a la obra titulada: En la memoria, y a su autor Luis E. Pozo Calle. 

Primer premio: El jurado valora el ingenio del autor, plasmado en una tensa trama que lleva al lector a mantener la atención hasta el desenlace, la maestría a la hora de proponer un final incierto y sorprendente junto con el acierto a la hora de elegir el título, que corrobora el propio lector tras su lectura. 

 Por todo ello concede el primer premio del II Certamen de Microrrelatos Raposos 2022 al autor Carmelo Calle Montes por su obra “Lo leerás dos veces”. 

Y siendo las 12:30 horas del día arriba señalado, la presidenta del Jurado da por concluido el acto del fallo del II Certamen de Microrrelatos Raposos 2022 del que, como secretario del mismo, doy fe y levanto la presente acta, que suscribo con el visto bueno de la presidenta. 

Fdo.- Pablo González Arias Secretario del Jurado Vº Bº LA PRESIDENTA DEL JURADO Fdo.- Helena Castán




viernes, 12 de agosto de 2022

Panceta y concurso tartas de manzana









Chus vuelve a ser la ganadora del concurso, esta vez tarta de manzana
.
 

II Semana cultural.Antartida

 Terminamos la semana cultural con el plato fuerte. Abel nos  habla sobre la Antártida  , sus características físicas y políticas, (No pertenece a ningún pais),Su viaje a la base Argentina en la Antártida, su trabajo que allí realizaron,...todo acompañado de espectaculares fotos. Y para terminar llego la sorpresa que nos tenía preparada: contactamos en directo con la Antártida





.Pudimos hablar con  dos de los científicos que están en la actualidad
 trabajando allí.














miércoles, 10 de agosto de 2022

ll Semana cultural. Taller de jabones

 Los pequeños han disfrutado haciendo los jabones de diferentes colores, olores y formas.

Rita, que ha dado el taller, nos ha prometido hacer uno para los adultos que nos hemos quedado con ganas de participar.









Doce pueblos se abastecen con cisternas ante la falta de agua


Uno de estos doce pueblos es Villantodrigo como lo refleja el articulo del Diario Palentino 

Doce pueblos se abastecen con cisternas ante la falta de agua 

martes, 9 de agosto de 2022

ll Semana Cultural. Zumba.

 

Y poniendo en practica los consejos de Cecilia comienza el segundo día de nuestra semana cultural con ejercicio y ritmo en la clase de zumba impartida por Roció en la que disfrutaron tanto grandes como pequeños.

 














lunes, 8 de agosto de 2022

ll Semana cultural. Taller de espalda.

 






Hemos empezado fuerte la II semana cultural Con el interesantísimo taller impartido por Cecilia Heras Moraleja quien primero nos presentó como era nuestra columna para después darnos unas normas de higiene postural cuyo objetivo es mantener la correcta posición del cuerpo y así evitar posibles lesiones  al realizar las actividades diarias, evitando que se presenten dolores y disminuyendo el riesgo de lesiones y por último nos enseñó una serie de utilísimos ejercicios para cuidar y aliviar nuestra espalda.

Y sobre todo nos dejó claro que lo mejor para la salud de nuestra espalda es el ejercicio.







lunes, 1 de agosto de 2022

Cumpleaños Agosto 2022

 FELICIDADES   PARA


 MIGUEL (Vicky), PILI  (Nieta Ángeles), JOSÉ (Leoncio)

MARINA (Maribel), DANI (Felisa) y ASIER (Hijo Dani),

PATRICIA (Isa), CARMEN Mª (Fino), ANABEL (Upe), 

JAIME (Isidoro), RAQUEL (Toño), JULIAN (Nea).ANDRÉS (nieto Luisa)

NEREA E IRATI (nietas Luisa), DIEGO (Luis Miguel),CONSUELO(Jamin),

FLAVIO (nieto Nisia), MARIA (nieta Augusta), DANI (Anarosa), 

RAUL (Tali),   TOMÁS BRAVO (Gozón), ADELA (Teofila), 

MARISOL (LUZ), JOSE LUIS (DESIDERIO),FLORI (ALFREDO).


Y PARA TODOS LOS QUE CUMPLAN AÑOS  ESTE MES.


Si conocéis a alguien que cumpla  años este mes podéis  felicitarlo dejando un comentario, decid  su nombre y lo pondremos aquí. Entre todos podremos completar la lista.