Tiempos estos próximos, en el calendario
y en el ámbito festivo, de lucha por todo lo alto entre Don Carnal y Doña Cuaresma, pugnando por conquistar cada cual para
su causa, el cuerpo y el alma de las personas, cada uno de ellos empleando sus
artimañas más precisas en una guerra que, aunque incruenta, ambicionará al
final una cierta dosis de poder; finalizando en el día de Miércoles de Ceniza y
toda la cuaresma posterior, con el triunfo de ésta, Doña Cuaresma; no sin antes haber tenido también Don Carnal sus batallas victoriosas en
torno al “Domingo gordo” y el “Martes de Carnaval”.
Total, un pacto entre caballeros al
parecer, donde cada cual tendría sus momentos alternativos de victoria y su
mandato sobre el otro.
En aquellos años, los chavales de Velillas,
empero, desconociendo todo esto, conocíamos lo práctico y sabíamos sin embargo
que estaba próximo a llegar el tiempo de antruido, y que teníamos que ir
pensando ya en cómo le organizaríamos.
Así que, recordando un poco cómo había
acabado el del año anterior, sopesábamos los pros y los contras y pergeñábamos
a grandes rasgos el del año actual que, en esencia, no distaría mucho del
anterior.
Si acaso, la novedad consistiría en ir
buscando la casa que nos aderezara convenientemente las viandas que en la
tarde-noche del martes de carnaval recogeríamos de las generosas dádivas de los
convecinos en nuestro recorrido por el pueblo; debidamente disfrazados con
viejas ropas al uso, eso sí, tratando de buscar un poco la hilaridad y otro
poco la confusión entre las buenas gentes de Velillas, que ahí estaba el motivo alegre de la celebración.
Las ganas que le poníamos por parte de
los chavales a esta tarde-noche del martes de carnaval eran muchas, y no
cejábamos en el empeño hasta encontrar una casa que nos quisiese cocinar los
productos obtenidos en el recorrido por el pueblo llamando puerta por
puerta. Y ello a pesar de que, en
ocasiones, a la hora de referirnos motivos para no organizarnos aquel año la
cena, encontrábamos respuestas de muy variado contenido; aunque ninguna como
aquella que nos aseguraba que el año en el que en el calendario carnaval cayese
en miércoles, nos prepararían en aquella casa la cena. Y claro, nosotros, dentro de nuestra
ingenuidad de chavales y en el fragor de la búsqueda de la casa que nos
quisiese organizar el antruido, nos
marchábamos tan contentos. La decepción
vendría luego cuando en nuestras casas nos dijeron que eso no iba a ocurrir
nunca, porque el martes de carnaval siempre ocurriría en martes, lógicamente.
Anécdotas aparte, que siempre nos
proporcionaban largos y gratos momentos para comentar entre nosotros, y que han
traspasado incluso el recuerdo de aquellos años, el martes de carnaval, era una
tradición que los chavales teníamos muy a gala en Velillas, pues cada año nos proporcionaba sonados momentos de
alegría y camaradería, aparte de poder degustar una gran cena, pues Don Carnal había ganado a Doña Cuaresma, al menos temporalmente.
Claro que este año, a la vista de la
situación sanitaria, todo este panorama festivo del Carnaval va a quedar en
suspenso. Y, a lo máximo, podrá
organizarse algo interiormente y en el ambiente particular de las casas.
Javier Terán.