Cuando chavales en el pueblo,
pasábamos la mayor parte del día en la calle, siempre que las
circunstancias
nos lo permitían. Y como recorríamos el pueblo cientos de veces al cabo
del día de acá
para allá, casi siempre estábamos al cabo de la calle de
lo que acontecía en el lugar y de alguna posible
novedad que se produjese
en la vida ordinaria del pueblo, a pesar de que, de manera general,
estuviéramos enfrascados en nuestros juegos.El caso es que un día, de pronto,
allá mediados los años
60, nos llamó la atención cuando nos dijeron que
en breve se iba a producir en el pueblo un gran
acontecimiento pocas veces
visto hasta entonces: el cantamisa de un nuevo sacerdote oriundo de
Velillas.
Y, en efecto, no se tardó mucho
en iniciar los preparativos de tal acto. Siendo el levantamiento
del
“mayo”, un tronco o palo alto que se alzaría en una de las tierras colindantes al
casco del pueblo, el
que más expectación causó entre nosotros los chavales
y entre las gentes del pueblo en general. En ello
colaboró todo el pueblo,
en especial los mozos, que previamente se habían dirigido a las
inmediaciones
del río donde, con el consentimiento y autorización correspondientes,
elegirían el tronco de árbol a
cortar para transportarlo luego hasta el
pueblo e izarle como señal de fiesta.
En efecto, ayudados de unas
cuantas cuerdas y sogas atadas a diferentes alturas del palo y tirando de
ellas en varias direcciones se consiguió depositar el “mayo” sobre el
agujero previamente efectuado en
el terreno e izarlo convenientemente. Luciendo
éste en su parte más alta una banderola de color blanco
como señal de que en aquel pueblo se estaba de fiesta por el cantamisa de uno de sus hijos.
La verdad que fue todo un acontecimiento en Velillas aquel cantamisa. Todo el pueblo se vistió de fiesta
y
acudió a la iglesia a presenciar y compartir el acto. Los que eran monaguillos en
aquel momento y les
había tocado ayudar a misa, estaban nerviosos por el
novedoso acontecimiento y porque no querían
cometer ningún error durante la celebración.
Desde la capital se desplazó el
Sr. Obispo y varios sacerdotes más, además de los titulares de las
parroquias cercanas a Velillas, poniéndose la iglesia de bote en bote.
Nosotros los chavales, ubicados
en el lugar de la iglesia de costumbre, tuvimos también nuestro
protagonismo, porque habíamos formado una especie de coro y acompañamos el
acto con nuestras
canciones en varios momentos de la misa de gala que
se organizó.
Los familiares del que iba a ser
ordenado sacerdote ocuparon un sitio preferente en la iglesia; y éste,
una vez realizados los actos centrales y tras las promesas, votos y renuncias
de rigor, fue ordenado
nuevo sacerdote por parte del Sr. Obispo, que le
cedería a partir de entonces todo el protagonismo en el
desarrollo del
resto de la misa.
Tras la ceremonia, todo el
pueblo, junto con los celebrantes de la misa y el propio protagonista del
cantamisa, nos dirigimos hasta las inmediaciones del lugar donde se había izado el
“mayo” para
continuar con las celebraciones. Hubo a continuación música y un
pequeño refrigerio; con el mayo allí
en medio como signo y representación
de que en Velillas había sido ordenado un nuevo sacerdote.
Un acontecimiento nada habitual
por sus particulares características, que impactó entre los habitantes
del
pueblo y de otros de los alrededores.
Y nosotros, los chavales, aquel
día y los sucesivos durante las semanas siguientes, centraríamos
nuestros
juegos en las inmediaciones de aquel “mayo” que tanto nos había
impactado.
Javier Terán