martes, 23 de agosto de 2022

II Concurso microrrelatos.(II)

 S.O.S. 

Seguro influido por lecturas horrendas llegué a creer una noche de invierno que mi abuela había agotado su paciencia conmigo y no iba a dejarme ver un nuevo día. Durante toda esa tarde estuvo mirándome de reojo y a ratos soltaba una risa entre tonta y siniestra. Me escamaron sus prisas para que terminase la sopa y me acostase prontito y su cabeza ladeada como la de un muñeco roto y el frotarse con frenesí las manos. Encerrado en mi cuarto busqué por todos lados pero no hallé nada que hubiese podido utilizar como defensa. Rendido por las emociones del día me metí en la cama y me abandoné a mi suerte. Antes de cerrar definitivamente los ojos se me ocurrió que podría, al menos, dejar constancia de mis temores. Sin otra cosa más a mano marqué con mi uña en la madera de la mesita una señal de socorro, apenas tres letras. Eso bastaría, pensé, para dar que pensar al oficial encargado del caso. A la mañana siguiente desperté pues estoy escribiendo y bajé como si nada a desayunar con mi abuela. Yo nunca le pregunté. Ella nunca me dijo. 

 DAVID ARGÜELLES REDONDO (Primera mención honorífica 2022)




EL PARAGUAS

 Aquel paraguas era negro, envejecido por el tiempo, sin embargo convivía en el paragüero con paraguas mucho más jóvenes de colores alegres y atractivos dibujos, que en vez de evocar la lluvia, sugerían momentos apasionados a la luz de la luna. 

 Pero el paraguas negro tenía una historia, guardaba entre sus pliegues muchos secretos que solo parte de la familia de aquella casa conocía. Había pertenecido al abuelo y era uno de sus objetos favoritos.

 Imaginad a un hombre joven que comienza a trabajar en un colegio enseñando a leer y a escribir a los niños y niñas de un pueblo perdido en las montañas del norte. Deja su ciudad castellana y se traslada a ese lugar con una mezcla de incertidumbre y emoción por la nueva experiencia. 

 Damián era ese joven profesor y Damián fue luego mi abuelo. Yo me enteré de muchas cosas investigando entre los diarios que él escribió día a día durante toda su larga vida. Y fue revolviendo, leyendo y buscando en los cajones de su escritorio donde encontré una historia triste y conmovedora. 

 Damián se alojaba en una casa del pueblo donde le habían acogido con gusto y cariño, pues era un orgullo alojar al nuevo profesor de la escuela. Le gustaba el pueblo y sus gentes, lo que ya no le gustaba tanto era la continua lluvia a la que no estaba acostumbrado. De hecho, entre sus pertenencias no figuraba ningún paraguas. En aquella casa además de la madre viuda, vivía una joven, Daniela, que se ocupaba de algunas labores y cuya principal actividad era llevar las vacas a pastar. Todas las mañanas temprano las dirigía a los prados cercanos donde con ayuda de un perro pastor las vigilaba y protegía. Damián la acompañó algunas veces, en el amanecer en aquellos campos se sentía transportado a otro mundo desconocido y en esos parajes empezó a observar a la muchacha. 

 Damián se sintió atraído por aquellos ojos tan azules y por el cuidado con que trataba a los animales. Así fueron pasando los meses en aquel lejano pueblo, entre las clases en el colegio y las salidas a los campos con la muchacha, las vacas y su perro guardián. Llovía casi todos los días y esa lluvia silenciosa y triste lo envolvía todo. El paraguas de Daniela estaba casi siempre presente y con él se protegían los dos. Hablaban de sus proyectos y debajo de aquel paraguas se dieron el primer beso.

 Una tarde de forma inesperada Daniela le reveló a Damián que tenía que marcharse del pueblo. En Madrid había un niño que la necesitaba, y tenía proyectado buscar rápidamente trabajo allí. Damián se sintió abrumado, perdido, desesperado. Se imaginó quién era la madre de aquel niño y comprendió que él no tenía más remedio que aceptarlo.

 Llegó el día de la marcha de la joven. En la estación se oyó el pitido del tren y Daniela le mandó el último beso desde la ventanilla y dejó deslizar el paraguas negro para que fuera para siempre de Damián.

 Margarita Alonso García−Amilivia (Segunda mención honorífica 2022)




ESA CANCIÓN

 Juan soltó la pala de repente. Había empezado otra vez. ¿Cuántas iban ya? ¿3…? ¿4…? Había perdido la cuenta. Desde el momento en que pisó la hierba del jardín, volvía a su cabeza cada poco rato. Cogió el bajo de su camiseta y trató de secarse el sudor que ampliamente le cubría la cara, mientras dejaba que sonase. Las débiles notas de la guitarra que daban inicio, a las que se unía una melodía de flauta que precedía a la voz inigualable de Jimmy. Mientras cogía el mango de la pala de nuevo, empezó a susurrar la letra sin darse cuenta. 

Aunque habían pasado casi tres décadas, recordaba con claridad la primera vez que la escuchó. Recordaba esa tienda de discos del pueblo, a la fue con Miguel, uno de esos amigos que conoces desde que dejaste de llevar pañales. Recordaba entrar y escuchar esa canción sonando en un vinilo a través de uno de los tocadiscos en venta. El débil inicio, la melodía principal de la voz que atrapaba a la vez que imponía, para finalmente rematar con un final más rápido y pesado que anclava la canción en tu cabeza. Nunca había escuchado nada parecido. 

 Conseguir el disco no fue fácil. Resulta que el vinilo que estaba sonando era un LP de primera edición, importado directamente de Inglaterra. El precio superaba el salario de su padre en aquel entonces. Pasaron 2 meses hasta que la distribuidora entregó la versión española, con un precio diez veces menor. Pero cuando llegó ese día, el protagonista no fue el vinilo. 

La memoria se la trajo con nitidez. Aquella chica bajita de tez clara y ojos verdes, con un frondoso pelo castaño que le caía a través de los hombros, sostenía uno de esos vinilos. Juan siempre se había considerado tímido, pero algo en su cabeza que nunca supo describir le obligó a acercarse donde ella estaba. En un primer momento él no habló, simplemente cogió el mismo disco, se puso a su lado, y sonrió. Ella le devolvió la sonrisa, a la vez que sacaba algo de dinero de su chaqueta de cuero, impropia para ese mes de Julio.

 Lo siguiente en acudir a su memoria fue cuando él volvía a la mesa de aquel bar cutre del pueblo con la tercera ronda de cervezas, y se encontró en medio de la típica conversación pseudofilosófica entre ella y Miguel, ambos presentando señales de que ya habían bebido suficiente. Por supuesto, él había olvidado todo el contenido de dicha conversación, salvo una cosa que dijo ella: quería que, cuando muriera, la enterrasen exactamente como la encontraran. Para ella, no tenían sentido las mortajas, ni los arreglos estéticos cuando se trataba de meros cadáveres. Curiosa opinión. Siempre se lo pareció.

 Los siguientes 15 años pasaron como si hubiesen sido semanas, o al menos en la memoria de Juan. Desde que él la pidió salir una noche en aquel mismo bar, hasta el mismo altar en el que Juan la esperó mientras ella caminaba con ese vestido blanco; esa casa a medio construir que compraron a las afueras, o ese ascenso en la factoría cuando el supervisor se jubiló. Los momentos malos y buenos que conforman lo que podemos conocer como vida. Y cuando uno la recuerda, la memoria se encarga de filtrar qué quieres conservar y qué no. Es un buen mecanismo de defensa. 

Unas últimas gotas de sudor le resbalaron por las mejillas cuando por fin se detuvo; el agujero ya estaba hecho. Dejó caer la pala al suelo, y se giró para echar un último vistazo a los dos cuerpos desnudos a sus pies. Los cortes eran toscos e imprecisos; la puntería nunca fue una de sus cualidades. Cogió uno de los cuerpos por un brazo y lo arrastró adentro. “-Lo siento, Miguel”, pensó. “Nunca supe tus deseos en cuanto al sepelio. Sólo conocía los de mi mujer, y ahora, tú formas parte de ellos.” Cogió el otro cuerpo por una pierna, y lo colocó junto al otro. Luego, puso ambos de costado, uno en frente del otro. 

 Juan cogió la pala de nuevo, y comenzó a echar la tierra que había excavado previamente adentro de la improvisada tumba, esperando que esa canción comenzase a sonar de nuevo. Pero no lo hizo, Nunca volvería a hacerlo. 

Carlos Calle del Río (Tercera mención honorífica 2022)




Ganadores concurso.

Relatos (III)

Relatos(IV)



No hay comentarios: