miércoles, 11 de mayo de 2011

VESTIRSE DE DOMINGO


Niñas y niños vestidos de domingo, era dar una imagen muy diferente del ambiente del pueblo en sus calles y plazas, que se extendía hasta las eras más cercanas.  

Parecía como si, de repente, nos hubiésemos vuelto todos unos modositos de altura.  Porque, así vestidos, no podíamos sentarnos en el suelo, ni en el verde de las eras; no podíamos jugar al fútbol; no podíamos subirnos a las tapias de los cercados; no podíamos espiar a los pájaros en los corrales, que seguro nos lo agradecían por unas horas; no podíamos jugar con los gatos ni con los perros…  Claro que, listos y vivos como nosotros solos, aprovechábamos también la coyuntura y a veces echábamos mano de ese argumento de que “podíamos marcharnos” cuando los mayores de la casa trataban de enviarnos a la fuente en busca de agua.  Aunque la mayoría de las veces no nos importaba, porque así podíamos echar un vistazo al nido que habíamos descubierto  días atrás en el camino de la fuente, observar los peces en el riachuelo del arroyo y pillar a alguna rana un tanto despistada al sol de la mañana en la charca; pero eso sí, “sin mancharnos”.  
Y todo ello porque, lógicamente, cabía la posibilidad, al cien por cien de seguro, diría más bien, de que acabásemos ensuciando la ropa en decenas de sitios y con el traje hecho unos zorros o hecho jirones que, al final, viene a ser lo mismo a efectos prácticos.  Por eso, nuestras madres sufrían por nosotros algo más que de habitual en esos días tan señalados (no digamos ya cuando era la fiesta mayor del pueblo) y deseaban que pasaran pronto las horas de la mañana para despojarnos del traje llegada la hora de la comida, ya que por la tarde las cosas volvían un poco más a la rutina ordinaria.  Eso sí, cuando había rosario, hasta que éste no acaba no se producía el cambio de ropa; a la iglesia había que acudir en perfecto estado de revista a poder que se pudiera; y nada de llevar en el bolsillo el tirachinas y su puñado de piedrecitas más apropiadas para su uso en interminables sesiones de entreno, a campo abierto, frente a un mohoso y oxidado bote de leche condensada, abollado también en todo el conjunto de su superficie.

Hay que tener en cuenta que en aquellos años, el invento de la lavadora no había recalado aún en nuestros pueblos, e incluso, no sé yo si había llegado a inventarse todavía.  Y el lavar la ropa requería de un mecanismo manual más difícil de poner en práctica, o al menos más cargado de trabajo, que lo que luego supuso el invento de la lavadora por los técnicos.  De ahí que, visto con los ojos de ahora, se entiendan perfectamente los pequeños disgustos de nuestras madres cuando llegaban los domingos y nos “arreglaban” para la ocasión con todo el cariño del mundo, porque nosotros a lo nuestro, estaba claro.
                                   
                                                  JAVIER
        



4 comentarios:

Consuelo dijo...

Javier:
La descripción de "vestirse de domingo", muy bien. Has plasmado con todo lujo de detalle la actitud de todos en esos días.¡Qué distintos a los que corren hoy!, diferencias entre el pasado y el presente, en eso y en otras muchas cosas. Pero, se agradece y no deja de ser curioso y atractivo al mismo tiempo, el recuerdo de todo.
Cuando les contamos a nuestros hijos, éstas y otras muchas cosas de nuestra niñez, nos miran con esa cara de entre incrédulos y sorprendidos, al tiempo que confiesan creer lo que decimos, apostillando, "así debió ser, cuando lo dicen mis padres".
Abrazos.

G.L. dijo...

Respecto a la fuentes que bien recordarlas,conozco las Velillas, Las Quintanilla ,Portillejo y Villarmienzo.La mas bonita la fuente vieja de Quintanilla.En la fotografia está preciosa.Me recuerda mis años en el pueblo y las ranas y renacuajos que estaban en la charca cercana.El miedo de todos los padres a que nos acercasemos a la fuente.Lo estais haciendo, requetebien.Entro casi a diario y me encanta conocer a tanta gente ,que escribe aquí.Una pregunta ¿Nadie que vive en Quintanilla escribe algo?, no tienen medios , o no tienen ganas

Anónimo dijo...

Buena pregunta G.L. Seguro que es por timidez, ya sabes que los de Quintanilla somos un poco...Seguro que poco a poco se animan a escribir algo porque muchos ya conocen el blog y lo visitan, será cuestión de tiempo.
Un saludo para todos.

rita dijo...

Yo vivo en Quintanilla y si que escribo de vez en cuando, desde luego que en el pueblo no tienen acceso a Internet, (esperemos que en breve todo el mundo pueda hacerlo, no podemos quedarnos a la cola)además ya sabemos todos que nuestra gente es de avanzada edad para ello, por eso ponen en nuestra boca todos sus recuerdos para que os los transmitamos.