viernes, 23 de agosto de 2019

LAS PEQUEÑAS CHOZAS Y “PEQUEÑOS GRANDES MOMENTOS”

LAS PEQUEÑAS CHOZAS 

En las afueras de un pequeño pueblo, una pequeña y bonita choza yacía sobre la hierba. Tenía un bonito tejado rojo y una pared hecha de piedras, con unas ventanas con bellas cortinas y un letrero en la puerta que decía:”Casa de Claudia, prohibido entrar”.

Esa choza pertenecía a una niña llamada Claudia, que vivía con sus abuelos en una granja. En su casa vecina vivía Lea, una niña que a veces jugaba con Claudia.

 Una mañana, Lea fue a la pequeña choza de Claudia y llamó a la puerta. Claudia abrió la puerta: - ¿Qué quieres Lea?
 - ¿Puedo entrar en tu choza para verla?
 - Esta choza me la ha construido mi abuelo, ¿no has leído el letrero en la puerta?
Lea se enfadó con Claudia y dijo:
- Mi papá también me va a construir una choza. Oye Claudia me caes mal.
 - Tú también a mí.
Claudia sabía que los padres de Lea no tenían mucho dinero, aun así no dijo nada.
A la mañana siguiente, el padre de Lea se puso manos a la obra y en una semana acabó la pequeña choza de Lea.
 La choza de Lea no tenía una bonita puerta ni cortinas en las ventanas, el tejado estaba hecho de piedra y no estaba pintado. Claudia se asomó a la ventana de su choza y Lea, desde la suya, se asomó para escucharla:
- Oye Lea, ¿no tendrás un libro que me puedas prestar?
 - No, no tengo, nuestro coche está averiado y no podemos ir a la biblioteca.
 - Si quieres yo te puedo prestar uno de lo que ya me he leído, dijo Claudia. - Vale, dijo Lea. - ¿Tienes hambre? Dijo Claudia.
 - La verdad es que un poco - ¿Quieres un plátano?
 - Vale, dijo Lea.
Las niñas comieron los plátanos y cuando acabaron dijo Claudia:
 - No tendrás una papelera ¿verdad?, es que no quiero manchar mi alfombra de terciopelo.
- Si tengo, dame tu cáscara….
- Oye Lea, ¿puedo pasar a ver tu choza?
 - Está bien, pasa.
Las dos chicas se sentaron en la choza de Lea, y Claudia dijo:
- Oye Lea, al final tu no me caes tan mal.
- Tu tampoco a mi…Oye Claudia, a mi padre le han sobrado algunas piedras, si quieres podemos hacer un camino que llegue a las dos chozas. Cuando las niñas acabaron, se sentaron a merendar en la choza de Claudia, y Lea preguntó:
- ¿Cuál crees que es la mejor parte de una choza? Claudia respondió:
- Yo creo que es el camino…

Categoría Juvenil 

                                                  Blanca Fernández Calle



“PEQUEÑOS GRANDES MOMENTOS” 

Un día de verano, una tarde larga y tranquila. El cielo continuaba azul, el sol ya no quemaba en una playa en la que horas antes había estado repleta de sonidos y algarabía. Ella continuaba allí, reflexiva, hace rato dejó a un lado el libro que estaba leyendo. Elena no se podía concentrar pensando en la conversación que había tenido ese día con su hermana Isabel.

Unas horas antes habían estado comiendo juntas, no se podían quejar, la vida ha sido amable con ellas y sus familias. Hablaban de sus planes de verano, de los hijos, el trabajo...como dos buenas hermanas que mantenían un vínculo estrecho y se pedían consejo mutuamente.

En un momento del comida, Isabel, después de protestar sobre los momentos difíciles que hay que sobrellevar, dificultades en el trabajo, conciliación en la casa, preocupación sobre la educación de los hijos y de como “sobrevivir” a esa etapa de adolescentes de los hijos cuando todo se vuelve como una montaña y reto a superar cada día, entonces paró de hablar, se le llenaron los ojos de lágrimas y le relató a Elena lo mucho había sufrido la familia de su mejor amiga Ana.

Ana y su marido tenían un hijo de la edad del hijo de Isabel, doce años, y poco a poco, sin darse cuenta empezaron a no salir de la consulta del médico. A Juan no paraban de hacerle pruebas, iban descartando diagnósticos, hasta que llegó el más duro: tenía leucemia. Desde ese momento empezaron una batalla sin cuartel, se unieron más que nunca y aquellas peleas entre padres e hijo porque no recogía su habitación, no estudiaba lo suficiente o pasaba demasiado tiempo con el móvil, desaparecieron. Incluso les parecía ridículo haber dado tanta importancia a ese tipo de cosas. Por suerte, lo habían superado, Juan habían luchado como un campeón y los tratamientos habían hecho el efecto deseado, su recuperación. Quedaban muchas visitas a los especialistas para hacer controles y un agradecimiento infinito por esta nueva oportunidad, les quedaba como mochila todo lo que habían vivido los últimos meses, cuántas familias luchando, cuántas despedidas injustas...pero era hora de celebrar cada día y cada momento y es lo que se habían propuesto realizar; además del compromiso de seguir yendo al hospital infantil para ayudar y colaborar con otras familias en esa situación.

 “Ha sido una lección de vida”, le decía Isabel a su hermana Elena. “Debemos pararnos más a menudo y reflexionar, agradecer y disfrutar de todos los momentos que nos aporta la vida.”. Terminaron el café que estaban tomando y quedaron verse la siguiente semana, Isabel volvió al trabajo y Elena a seguir disfrutando de su día libre.

Blanca salió corriendo del mar y abrazó a su madre, que seguía sentada en la arena, y ésta la abrazó muy fuerte y pensó: “hay que saborear cada momento”

                                       

                                               Mónica Rejón Risueño








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