ESPERANDO
Esperando la salida de la noche, escondido entre los árboles, temeroso de los
truenos, estaba ensimismado y pretendía que me oían mis temores, mis olores, mis
silencios..., mis lamentos, mis pesares, mis andares.
Mas la gente pasaba sin mirarme, sin oírme, sin hablarme..., ellos iban
escondidos en sus mundos, en su tiempo, en sus mentes.
Esperando la llegada de los sueños, yo respiraba quedamente, largamente,
retenía los recuerdos, imaginaba momentos delirantes, fascinantes, y a su reclamo
acudían en tropel los sueños a ofrecerme instantes vacilantes, rutilantes, regalándome
mundos apenas imaginados.
Esperando los fríos del invierno, recogía los calores del verano y los repartía por
mi fiel anatomía, para que en su encuentro se contaran sus cuitas, sus emociones, sus
vivencias, sus andanzas.
Esperando soluciones imposibles, ellas aparecían y me contaban que estaban
hartas de la incredulidad de las personas.
Esperando a la sonrisa. Aparecía, se escondía, se burlaba, se reía, se reía, se
reía...
Esperando a la sorpresa, no llegaba, se marchaba sin llegar, se mofaba, te
miraba, calculaba, y cuando menos lo esperabas, te asaltaba y te asustaba.
Esperando la mirada de los niños, su sonrisa, su ternura, yo entraba como en
sueño y despertaba con su asombro y su delirio me encantaba y me animaba.
Agustín Relea Bores
Te escribo desde el aeropuerto que un día fue nuestro
Escribo mi despedida minutos antes de coger el primer vuelo que salía hoy destino a algún lugar al que se tardan más de 8 horas en llegar.
He comprado el billete sin escala por eso de que ya bastantes subidas y bajadas he tenido estos días.
Me despido de la manera más agridulce que jamás he experimentado. Hemos sido cosas tan bonitas que aún no me explico como hemos llegado a este momento, que repito, me sabe agridulce.
Juntos hemos vencido barreras que nunca habíamos imaginado poder saltar, hemos disfrutado de una decena de conciertos de Edd Sheeran y unos pocos más de alguna banda de rock que nos encontrábamos cada Viernes de aquel año viviendo en Irlanda.
Compartir hemos compartido cama, sábanas, desayunos a las 6 de la mañana, noches de estrellas y vodka, cometas en el cielo, revistas de moda y asientos de autobús. A parte de compartir en cada viaje la misma mochila, que por cierto me he traído como único recuerdo tuyo.
Siempre he sido una persona cerrada a las segundas oportunidades.
Considero que si algo no sale bien a la primera, muy difícilmente, llegue a buen puerto en un segundo tiro a puerta. Pero tengo la sensación de que contigo es diferente. Creo que todavía nos queda la vida número siete de los gatos, el comodín de la llamada y el último dardo que ojalá se clave en el centro de la diana.
Solo por si llegas antes de que la puerta de embarque cierre,
no lo llamemos segunda oportunidad,
mejor,
nuevo intento.
Adrián Rodríguez Crespo
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