Pido
unos kilobytes de espacio en este blog (a la vez escaparate y punto de
encuentro) para expresar mi satisfacción por haber estado en el pueblo esos
días, de jueves a domingo.
Me resultó emocionante el acto de
homenaje a mi hermano Eugenio, naturalmente, y reitero aquí mi gratitud muy
sentida al pueblo: a las autoridades que tuvieron esa iniciativa, la
gestionaron y la hicieron realidad, y a cada uno de quienes nos arroparon con
su presencia y su adhesión.
También mi aplauso porque se haya querido
destacar y valorar algo que ha sido una modesta dedicación benéfica a favor de
los más pobres y en tierras lejanas. Y, en este sentido, es digna de mención la
feliz coincidencia de que la placa a Eugenio dé nombre a una plaza
recientemente urbanizada (con muy buen gusto, dicho sea de paso), y dedicada a
otro colectivo igualmente de último rango social: los guardas y pastores que
sirvieron en el pueblo temporal y transitoriamente. Me complace muy hondamente
que ambos niveles de la administración local hayan hecho suyos los hondos valores
de solidaridad y aprecio por los humildes, con esa convergencia en la ubicación
de ambos símbolos.
Y no quisiera dejar el tema de Eugenio,
sin recordar que Quintanilla ha sido muy generosa con él, porque éste es el segundo
homenaje que le rinde. Al primero aludió discretamente la Sra. Alcaldesa en su alocución
al descubrir la placa, pero los demás pecamos por omisión no explicitándolo más
para los (casi todos) que no estábamos allí aquel día del año 1956: me refiero
al recibimiento de que fue objeto Eugenio entonces, cuando volvió de vacaciones
por vez primera tras 15 años de ausencia en Argentina.
Si,
como es mi caso, tenéis acceso a algún afortunado superviviente de aquel entonces,
preguntadle detalles sobre cómo la gente salió espontáneamente a la carretera,
“al coche”, a esperarle; bueno..., no todos, porque las campanas no tocarían
solas; ¡alguno se habría quedado para voltearlas! De modo que, por parte de la familia, un doble
reconocimiento a todo el pueblo por ese magnánimo aprecio, entonces, ahora, y siempre
entremedias.
En
cuanto a los días de la Fiesta de Agosto, ha sido la primera vez que yo he
estado para ese evento. Aunque no tengo dotes para los festejos multitudinarios
o simplemente populares, reconozco que disfruté mucho de todas las actividades
en las que participé.
Destaco el ambiente de buena convivencia que
percibí en todo momento, el espíritu de servicio y colaboración de muchos y
muchas voluntarias en la preparación y desarrollo de cada acto, el saber hacer
de cada uno y los talentos que se pusieron de manifiesto (musicales, culinarios
y de todo orden); y, cómo no, el inmenso trabajo que el equipo organizador tuvo
que realizar “río arriba”, es decir, previamente a todo ello. Y entre los
antecedentes cuento también la construcción y excelente acondicionamiento del nuevo
local, obra en gran parte, según tengo entendido, del esfuerzo, tesón y
talentos varios reclutados in situ;
hasta la ironía del nombre dado a la nave acredita que en Quintanilla hay
agudeza, buen humor y amplitud de miras.
Elogio aparte merece la novedad de que el
fin de semana festivo haya estado precedido de una Semana Cultural: ¡excelente
y meritoria idea! Personalmente, me habría gustado asistir a la conferencia sobre
los orígenes de nuestro pueblo; ojalá algo de su contenido acabe llegándonos a
todos por el cauce de este valioso blog. Y, de haber estado ahí, también me
habría apuntado a la actividad de las cometas; no sólo por aquello de ‘hacerse
como niños para entrar en Reino de los cielos’ (que me interesa mucho), sino
también para medir mi destreza en el correcto equilibrado de esos artefactos, cosa
que tiene su busilis...
Y un enriquecimiento personal que no
puedo dejar de mencionar ha sido ver tantas caras nuevas que desconocía. No
pretendo decir que ahora las conozca mucho más, pero sí me interesé por muchos
y muchas, importunando a mis más próximos para que a cada rostro añadieran
datos que fueran significativos para mí; eso quería decir que fueran referidos
a contemporáneos míos de la niñez.
El
resultado fue un grato, pero complejo, trepar por entre las ramas de los varios
troncos de la arboleda genealógica de Quintanilla. Y para organizarlo
ordenadamente, tuve que desempolvar mis rudimentos del sistema de coordenadas
(yo, “de letras”) poniendo en abscisa
el nombre del familiar coetáneo mío y en ordenada
el número de generaciones que había que ascender hasta llegar a él, con lo que
quedaría cada cual bien ubicado como (x,
y).
Así obtuve el punto (Herminio, 3), cuando pregunté por un mozalbete con cabello de un
rubio como eslavónico, y se me explicó que era biznieto de Herminio-Jesusa; y
el punto (Benjamín, 1), cuando
pregunté quién era la señora poetisa, originaria del pueblo, que en la tarde
del sábado nos deleitó elevándonos a las más subidas regiones de la lírica, y
se me indicó que era hija de Benjamín Relea; y el punto (Pedro, 2)cuando insistí en conocer al artista que ha diseñado el
logotipo del pueblo, y supe que era nieto de Pedro Marcos (además de sabrosos
detalles sobre el proceso creativo de su ingenioso dibujo). En conjunto obtuve una
gráfica puesta al día del padrón de quienes tienen vínculos con mi pueblo.
Tasio
1 comentario:
Muchas gcias Tasio por las palabrad q nos has dedicado y por compartir estas fiestas con nosotros, este ano un poco especiales.
Publicar un comentario