martes, 13 de septiembre de 2016

SEPTIEMBRE MALDITO



El ciclo se va cumpliendo ya que la rueda del tiempo no para, y sin darnos cuenta estamos metidos en septiembre que para muchos significa empezar un nuevo año (agrícola por ejemplo), o un nuevo curso escolar; vamos, que no estaría muy desfasado quien se decidiera a tomar las uvas el 31 de agosto.

Y a propósito de la vuelta al cole se me ocurre una reflexión sobre cómo ha cambiado, de lo que significa ahora a lo que era para los que vivimos la época en la que era casi sistemático ir a estudiar fuera, y al decir estudiar me refiero a cursar lo que hoy sería la ESO fuera de tu domicilio familiar, más concretamente en internados.

Analizado con la objetividad que da la reflexión con el paso del tiempo,  no cabe duda que lo que los padres buscaban era que sus hijos tuvieran una educación mejor que la que pudiera haber en un pueblo con un solo maestro para atender a toda la chiquillería de edades dispares, pero desde el punto de vista del muchacho/a esto tenía un significado distinto. Suponía que con 10 ó 12 años, en septiembre, tenías que olvidarte de la libertad de la que habías disfrutado durante el verano y prepararte para volverte formal, dejar atrás las zapatillas para meterte en unos zapatos nuevos, que podía comparase como cuando a un potrillo se le pone encima una silla de montar: “vas a estar sujeto”. A esto hay que añadir la perspectiva de alejarte de tu familia por tres meses, horarios rígidos, normas extrañas, costumbres distintas, compañeros nuevos, otras comidas, afrontar solito los problemas diarios, etc. Con este futuro tan prometedor ante tus ojos no es de extrañar que algunos nos echáramos literalmente al monte para evitar volver al colegio.

Para algún psicólogo moderno todas estas circunstancias podrían suponer el principio de desajustes emocionales que pudieran derivar de adultos en delincuentes como poco, carne de celda de presidio, pero aquí estamos, un poco raros sí, pero habiendo aprendido que la manera de valorar las cosas más cotidianas es perderlas temporalmente, como tantas veces les hemos escuchado decir a los que por circunstancias han o hemos tenido que alejarnos de nuestras raíces para buscar una vida mejor.

Y para terminar permitidme que me dé el gusto de una gran carcajada cuando hoy en día escucho lo duro que es para los críos la vuelta al cole: JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA.



                                                                                  CARMELO




1 comentario:

J. Javier Terán dijo...

Hola. Comparto contigo, Carmelo, al cien por cien, además, tu comentario, para uno que ha sido también "carne de internado"; veo reflejada en su totalidad en mí, toda tu semblanza que recoges en el post. Saludos.