Me invita la administradora a
compartir mis recuerdos de la salida del pueblo para ir a estudiar al colegio
“de los frailes”.
Realmente, el relato de Tasio me lo
ha puesto fácil, sobretodo en el campo de los sentimientos. No obstante, los 15
años de diferencia (estamos en 1965) mejoran considerablemente el transporte:
ya teníamos “Abagón” y el tren de la Robla, que seguía lento y con asientos de
madera, había mejorado la seguridad del revisor.
Recuerdo con nitidez la tarde en la
que entró D. Manuel en la escuela acompañado de otro sacerdote. Nos explicó que
pertenecía a una Orden religiosa que tenía un colegio en Cervera de Pisuerga.
Tras hacernos una exposición del colegio, de su situación privilegiada y de las
muchas excursiones que podíamos hacer, solicitó levantar la mano a quien
estuviera interesado. Yo la levanté; siempre he pensado que la garantía que
aportaba D. Manuel en esa situación, de quien tengo un buen recuerdo, me hizo
tomar la decisión.
Tras una breve entrevista y la
aprobación de la familia se da por concluido el trámite. En el mes de Junio
llega una carta del colegio donde se me asigna un número (210), que mantendré
durante todos los años en el mismo, y se especifica el ajuar básico que hay que
llevar.
Llegado septiembre, con 10 años, una
maleta grande y cierta angustia nos dirigimos al colegio. Aquí el “nos” es
importante, ya que al ser tres los compañeros, mitigaba la tensión.
Todo era enorme; al menos a mí me lo
pareció: el dormitorio, el salón de estudio, los pasillos… Una vez asentados,
empezó la disciplina: horas de estudio, trabajos manuales y los
correspondientes recreos.
Durante las primeras semanas
formábamos grupo los compañeros del pueblo y los que procedían de Velillas del
Duque y de Villaproviano. Poco a poco el grupo se fue ampliando con compañeros de
otros pueblos de las Provincias de Palencia, León y Valladolid. Con alguno de
los cuales hoy mantengo contacto y amistad.
El primer año fue duro. Tuvimos
vacaciones de Navidad y Semana Santa, pero sin salir del colegio; todo el curso
de un tirón. Pasada aquélla “prueba de fuego”, los siguientes fueron mucho más
llevaderos.
A parte del estudio, después de comer
teníamos “trabajos manuales”. Estos se concretaban en tres sectores: comedor
(recogida y preparación de las mesas),limpieza (pasillos, dormitorio y aulas) y
ayudante de cocina. Este último consistía en pelar patatas (muchos kilos) y
limpiar pescado (muchos chicharros).
Cuando llegaba la primavera, y el
tiempo lo permitía, hacíamos excursiones, bien el sábado por la tarde o bien el
día completo. Así fue como llegamos a coronar el “Pico Almonga”, muy próximo al
colegio, y hacernos la ruta de los pantanos: pantano de Ruesga, Pantano de “La
Requejada” y pantano de Aguilar. Y el día completo que pasábamos en el
Santuario de la Virgen del Brezo.
En invierno, los domingos por la
tarde, el salón de estudios tornaba en sala de cine. Y empezamos a soñar con
las películas del Oeste americano, las historias de romanos y las risas de “El
Gordo y el Flaco”.
En Cervera se hacían tres cursos:
ingreso, Primero y Segundo de Bachillerato. Los siguientes se cursaban en otro
colegio que la Congregación tenía en Amurrio (Álava).
Aquí el viaje ya se complicaba más.
Primero “el Abagón” hasta Santibáñez de la Peña y luego el tren “La Robla”
hasta Bilbao. Tras muchas horas y muchas paradas llegábamos al destino, donde
siempre había que correr para poder llegar a la estación de Renfe y coger el
tren de cercanías (eléctrico) que nos llevaba hasta Amurrio. En este colegio se
cursaban desde tercero hasta sexto de Bachillerato y la correspondiente
Reválida (tan de actualidad en estos momentos).
Creo que me estoy extendiendo
demasiado, así que concluiré diciendo que, veteranos como ya éramos y hechos a
la disciplina, de todos estos años yo guardo un agradable recuerdo. De las
excursiones que seguimos haciendo, destaca la que realizábamos a la Virgen de
Orduña, a través del puerto.
Ya en Palencia, Curso de Orientación
Universitaria y prueba de acceso. Pero eso ya es otra historia. O quizás, otro
capítulo de la misma...
Un saludo,
FLORENTINO LERONES
3 comentarios:
Tino, has descrito a la perfección, tal cual, la salida del pueblo Colegio de frailes de Cervera de Pisuerga. Porque yo fui uno de esos colegas de Velillas del Duque, como sin duda recordarás, que en esos años que cuentas compartimos estancia en ese Colegio. Y todo fue así: la toma de contacto en la escuela del cura del Colegio, creo recordar que era el Padre Gabriel -palentino él-, y partida aquel junio hacia esa "aventura" que nos costó "sudor y lágrimas" y mucha, mucha disciplina. Pero lo mejor, las excursiones y paseos que hacíamos hacia esos lugares que citas. Y en lo que toca a la Virgen del Brezo, decir que ha sido objeto de algún que otro artículo por mi parte en "Diario Palentino" (sin ir más lejos el de este miércoles de la semana pasada). Y situaciones que también he rememorado en el Blog de nuestro Colegio. O sea, Tino, que me he sentido perfectamente identificado en tu relato. Un abrazo, Javier.
Tino, como bien dice Javier Terán has descrito a la perfección tu salida del pueblo al colegio como lo fue la mía, con lo mismos destinos de esos 7 años/cursos que también describes. Yo voy a ser más rotundo en esta apreciación de Javier: Tino, lo has clavado, no has dejado detalle suelto. Por otro lado se nota tu exquisita narrativa lo que demuestra los buenos profesores que tuviste, tuvimos, pues también fueron los míos.
Y ya puestos a contar alguna anécdota como habéis hecho vosotros, deciros que yo aprendí a nadar en el pantano de Ruesga, lo que me permitió luego disfrutar de la piscina de Amurrio, de la mano del entonces P. Tomás Quintanilla, buen maestro en esas líderes y que me hizo mejorar y espabilar luego a cuenta de las aguadillas que me hacía.
Un cordial saludo y un fuerte brazo.
Jesús
Jesús y Javier: Además de daros las gracias por vuestros comentarios, quiero aprovechar para mandaros un fuerte abrazo.
En todos nuestros recuerdos aparecen lugares, paisajes nuevos, algún edificio, locomotoras de vapor..., pero lo que siempre permanece son las personas. En todas esas aventuras, sin mencionaros, habeís estado presentes.
Un abrazo,
Tino.
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