domingo, 17 de diciembre de 2017

Aquellos años del internado


Colegio "Regina Pacis"-Cervera de Pisuerga

Hubo un tiempo en la vida de estos pueblos nuestros, Velillas, Quintanilla, Villaproviano…, allá por los años 60-70 del siglo pasado, en el que la mayoría de los chicos y chicas en ellos residentes, antes de finalizar la etapa escolar emprendíamos una nueva experiencia en nuestras vidas, que nos conducía directa e indefectiblemente hasta el internado más cercano: seminario menor o colegio de frailes o de monjas; para continuar allí nuestros estudios.
Todo ello, mediatizado o edulcorado con el término “vocación religiosa”, que estaba rondando siempre nuestra mente.  Y pendientes de que en un momento determinado y concreto de ese tiempo de internado, surgiese ésta de pronto y nos predispusiese para encaminar nuestra vida por los derroteros del orden religioso o sacerdotal.
Y el mecanismo tradicional para acceder a estos lugares, era siempre el mismo: el fraile o la monja de una determinada congregación que un buen día visitaba la escuela, y hablando con la maestra o el maestro, elegían a los posibles candidatos para acudir el curso siguiente al colegio de turno en plan internado.
Y mediado septiembre siguiente, allá que nos íbamos unos cuantos chavales del pueblo, camino de una aventura totalmente nueva y a ver lo que pasaba; a ver si surgía la vocación y sentíamos la llamada espiritual.
Claro, la vida en el internado en aquellos años era particularmente dura y restrictiva en cuanto a determinadas libertades; por eso, había quienes aguantaban más tiempo y quienes menos; y quienes, incluso, continuaron año tras año y acabaron haciéndose curas, frailes o monjas, porque la vocación religiosa les había salido al paso al sentirla de plano.
Pero era lo que había, o accedías a vivir esta nueva experiencia de vida alejado de la familia y mal que te pesase, o no lograbas, en la práctica, seguir estudiando; porque eran los menos los que podían permitirse que sus familias les pagasen los estudios en la capital o en algún Instituto comarcal, residiendo en un pueblo.
Por lo que, andando el tiempo y a los ojos de hoy en día, es de agradecer la labor de enseñanza que en aquellos años, de una manera indirecta -porque no olvidemos que su misión primordial era la de formar futuros sacerdotes, frailes o monjas-, hicieron las diferentes congregaciones y órdenes religiosas cara a las generaciones siguientes.
Así que, en alguna parte, en algún lugar, habrá siempre un recuerdo entrañable para aquellos momentos de internado.

                            Javier Terán


1 comentario:

Unknown dijo...

Duros tiempos los del internado, no había fines de semana ni puentes era de vacaciones a vacaciones, con alguna (pocas) visita de por medio. También tenía sus cosas buenas