¿Cuántas personas han nacido en casa y en el pueblo? Entre
los más mayores, todo el mundo ha nacido en casa y en el pueblo. Conozco casos,
aunque de otros pueblos, de personas nacidas en plena siega en el campo.
A veces, una profesora de partos visitaba los pueblos para
instruir en la asistencia a las mujeres que iban a dar a luz, pero durante
siglos esta formación a las parteras se hacía por tradición familiar, pasando
de madres a hijas, a sobrinas, a nietas.
Se avisaba a la partera cuando la madre notaba que había
llegado su momento; si ella no podía, por alguna razón, había en el pueblo
alguna que otra mujer dispuesta a asistir en el parto a la madre. Las parteras,
a diferencia de las comadronas, no tenían la titulación para asistir en los
partos, pero, evidentemente, venían desempeñando esta función desde el inicio
de los tiempos y fueron aprendiendo por el método de conocimiento de ensayo y
error.
Al inicio de las contracciones se buscaba a la partera,
fuera la hora que fuese, y allí se personaba rápida y dispuesta a asistir para
traer una nueva vida al pueblo.
Después de asearse lo mejor posible (hace muchos años no
había agua corriente en las casas) en la palangana preparada, observaba el
estado de la parturienta y si estaba todo dispuesto: toallas y sábanas limpias,
tijeras, hilo para atar el cordón umbilical... y agua puesta a calentar al
fuego para lavar al niño en cuanto naciera y a la madre.
Una especie de ampollita de cristal con un hilo en alcohol
en su interior se empleaba para atar el cordón umbilical antes de separarlo de
la placenta.
Si el parto marchaba bien, la partera recogía el bebé al
nacer, ayudada por la abuela o algún otro familiar próximo, casi siempre
mujeres, y tras lavarlo, fajarlo y observar a la madre, lo colocaba junto a ella.
La madre le procuraba calor y el primer alimento ya viendo la luz.
De producirse alguna complicación y si no cesaba la
hemorragia, se avisaba al médico o a alguien que suministrara una inyección que
estaba incluida en "el ajuar" que la futura madre había recibido del
Instituto Nacional de Previsión (INP) a través del Seguro Obligatorio de
Enfermedad.
Gracias al Trabajo Fin de Grado de Sara Llanos Blázquez,
sabemos que este "ajuar", que se empezó a extender a partir de 1931
por un convenio entre INP y la Unión Farmacéutica Nacional, incluía los
materiales imprescindibles para atender el nacimiento en el domicilio, lo que
evitaba gastos a la mujer, garantizaba las buenas condiciones de higiene de los
materiales y, además, aseguraba que las matronas dispusieran de todo lo
necesario, aunque sin la capacidad de prescribir. Así, por ejemplo, el
contenido del "ajuar" de 1931 estaba formado por un paquete de
algodón, enrollado, esterilizado, 250 g; 1 paquete de 8 compresas de gasa de 33
x 33 cm. esterilizadas; 1 tubo de cordonete umbilical esterilizado; 1 frasco de
alcohol rectificado de 95º, 150 g; 1 caja con 20 g. de talco esterilizado; 1
tubo de vaselina esterilizada; 1 ampolla de ergotina Ivón; 1 ampolla de aceite
alcanforado de 0,20 g; 1 frasco de solución de algirol, 5 cc. Este kit, como lo
llamaríamos hoy, se amplió algo posteriormente.
La madre tenía que reponerse del esfuerzo realizado y las
energías empleadas. En algunos lugares, para procurar la recuperación se
preparaba un caldo de gallina "no clueca" (existía la superstición de
que la gallina tenía fiebre...).
Transcurrido un tiempo la partera regresaba a su casa y a
sus quehaceres habituales.
Por fortuna, gracias a Dios, los partos han cambiado y gozan
hoy de mayores garantías sanitarias. Según María Alemany, la segunda mitad del
siglo XX trajo un “cambio sustancial” en el modo de vivir el parto para las
mujeres, el cual tuvo su origen en las grandes transformaciones económicas y
sociales, determinantes, por otro lado, en la “institucionalización de los
nacimientos”, que pasaron de ser actos íntimos en el seno del hogar familiar
asistidos por una matrona, a ser actos quirúrgicos y medicalizados en los
centros hospitalarios.
La Organización de las Naciones Unidas (ONU) declaró cada
día 5 de mayo Día Internacional de la Partera.
Con este artículo he pretendido homenajear a estas valientes
mujeres. Aprovecho para decir que la mujer rural, con sus remedios basados en
plantas, ha ejercido también como boticaria. Unas auténticas científicas
formadas por la vida en los pueblos.
Animo desde aquí a que se escriba en el blog de Quintanilla
sobre las propiedades de las plantas, que no son medicamentos, pero pueden ser
un buen complemento para afecciones de poca gravedad o para equilibrar la
dieta.
==Bibliografía==
ALEMANY, María José. De
mujeres y partos: matronas y cambio social en la segunda mitad del siglo XX.
Valencia: UV, 2016.
LLANOS BLÁZQUEZ, Sara. El
Seguro Obligatorio de Maternidad y su implicación para las mujeres trabajadoras
y matronas de la Segunda República. Trabajo Final de Grado. Universidad de
Valladolid, Facultad de Enfermería, 2015.
1 comentario:
Espléndido relato, Carlos, sobre las "parteras" de nuestros pueblos de aquellos tiempos; que nos han dado una visión de cómo era (cómo llegamos al mundo nosotros, los que nacimos en aquellos años en nuestros pueblos, que tenemos ya unos cuantos años y peinamos ya unas ciertas canas) su trabajo y con los escasos medios con los que contaban... Saludos.
Publicar un comentario