Desde que, de chavales en Velillas, nos hablaron del edificio concreto que en su día
había ocupado la fragua del pueblo; nosotros, al pasar a su lado, la mirábamos con un
cierto respeto y la veíamos tras aquellos zarzales que casi la envolvían con una marcada
precaución y hasta con un cierto miedo.
Y es que, cuando por allí pasábamos, más de uno de nosotros comentábamos al resto
que, en ocasiones, aún escuchábamos al herrero trabajando con el hierro en su interior.
Y sosteníamos que, de cuándo en cuándo, se escuchaba cómo el martillo golpeaba el
hierro con pequeños impactos que trascendían al exterior.
En cualquier caso, lo que sí era cierto es que algún tipo de embrujo oculto nos
transmitía a los chavales este sitio de la antigua fragua cuando junto a él pasábamos.
Aunque en estricta puridad resultaba que ninguno de nuestros mayores nos trasladaron
nunca historias de mal agüero o de sospechas dudosas sobre aquella casa, ahora medio
derruida y desdibujada su estructura entre aquellos grandes zarzales.
Sin embargo, en nuestros juegos por las calles del pueblo, raramente pasábamos a su
vera; y menos nos escondíamos cerca de ella durante el juego, no fueran a cumplirse de
pronto algunos de los presagios que manejábamos entre nosotros.
Pasaron los años y, al final, aquel edificio de una calle lateral de Velillas, que albergase
en tiempos la antigua fragua del pueblo, siguió para nosotros guardando un cierto
misterio; que todavía persiste hoy en nuestra memoria cuando echamos el pensamiento
hacia atrás y nos trasladamos hasta aquel entonces.
José Javier Terán.

No hay comentarios:
Publicar un comentario