viernes, 28 de junio de 2019

La primera cosechadora en Velillas



Ahora que estamos en tiempo de recolección de la cosecha en nuestros campos, que ya comienzan a verse por nuestras carreteras esas grandes máquinas que conocemos como cosechadoras –cual signo de modernidad-, me viene a la memoria la primera vez que llegó una cosechadora a Velillas.  Fue todo un espectáculo.

Corrían los años 60 –aquellos felices años 60-.  Los chavales del pueblo, atentos siempre a cualquier novedad que irrumpiese de pronto en la monotonía de los días, recibimos la noticia de que a una de las tierras del pueblo sembrada de trigo aquel año –recuerdo que estaba situada la finca pasado el pueblo junto a la carretera que conduce a Saldaña-, había llegado una gran máquina, una súper máquina que hacía todas las labores agrícolas de golpe: segaba el trigo, lo trillaba, separaba el grano de la paja y cada uno de estos elementos los expulsaba por una parte diferente de su estructura; el grano, en concreto, lo lanzaba mediante una especie de tubo hasta el remolque de un tractor que se encontraba a su vera.  Así nos lo explicaron, más o menos.

Así que, rápidos y veloces –a la carrera en esencia-, nos dirigimos como una exhalación hasta la tierra donde se encontraba esta gran máquina.  Y tras acercarnos, la impresión que recibimos de pronto en aquellos años fue de impacto total; acostumbrados como estábamos a la forma tradicional de recoger la cosecha y a los diferentes tipos de máquinas o utensilios que intervenían en el proceso: máquina segadora tirada por mulas, carro para acarrear la mies a la era tirado por los mismos animales, trillo enganchado también a las mismas mulas para moler la mies y sacar el trigo de las espigas –aunque había ya alguna máquina trilladora que lo hacía ella sola-, y máquina beldadora para separar el grano de la paja y sacar el grano limpio para su recogida en sacos cara a su entrega al silo de Saldaña.

Así que, encontrarnos de pronto con aquella gran máquina que realizaba todo el largo proceso anterior, que duraba meses, de una sola “tacada” y en apenas unos pocos días, recogiéndose el grano ya limpio en el remolque de un tractor que la acompañaba, fue un impacto tan grande que no parábamos de hablar de ella en casa y en las charlas de amigos.

Nos parecía increíble el invento, y así había que ponerlo en común entre nosotros y en nuestras casas, con comentarios alusivos al invento que recién acabábamos de descubrir en nuestro pueblo y en nuestros campos de labor.

Y claro, a continuación surgía la gran pregunta: ¿Cuál sería el precio en pesetas de aquel extraordinario invento?.  Podrían todos los agricultores hacerse con una máquina así?, o tendrían que adquirirla entre varios?. Todo un mar de dudas se nos presentaba frente a nosotros…; que luego el paso del tiempo iría solucionando poco a poco…


                                          J. Javier Terán


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