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Escuela de Velillas del Duque (Foto tomada de
Internet).
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Uno enfila todavía hoy la calle
principal del pueblo y la vista se encuentra de inmediato con ella. Allí, junto al otrora importantísimo pozo
artesiano de la localidad, también recuerdo del pasado y rindiendo fe de aquel
otro tiempo; pegada a una de las eras del pueblo y con amplias vistas sobre el
inmenso campo en toda su lejanía, se levanta, todavía hoy firme e hierática, la
vieja escuela de Velillas del Duque.
Testigo,
como pocos del paso inexorable del tiempo desde que la abandonase el último de
los alumnos hace ya un buen pellizco de años, ha permanecido no obstante en pie
día tras día, año tras año, con las oportunas obras de conservación y luego de remodelación para convertirla en lo
que ahora es, el lugar común de encuentro para todos los vecinos de Velillas.
Pero
guardando aún entre sus cuatro paredes infinidad de recuerdos de un tiempo en
el que la voz de la maestra sonaba firme y cargada de autoridad, mientras nos trasladaba
a todos nosotros, sus alumnos de aquel entonces, los conocimientos que marcaban
la lección del día.
Y que
nosotros recibíamos con los cinco sentidos puestos en la materia, deseosos de
aprender cada día y de conocer nuevas realidades que superasen las reducidas
experiencias que nos eran dadas obtener en el pequeño reducto del pueblo.
Por
eso, el recibir en la escuela día a día nuevas lecciones por parte de nuestra
maestra, nos servían de ayuda para abrirnos un poco más al mundo y ser
conscientes de que fuera de nuestros límites territoriales –léase nuestro
pueblo y alrededores, Quintanilla, Saldaña, Palencia capital y alguna pequeña
excursión algo más lejana- existían otras gentes y otros espacios; otro mundo
en definitiva que algún día, sirviéndonos de estos primeros conocimientos y
otros más que recibiríamos sin duda andando los años, seríamos capaces de
conocer e interactuar con él.
Pasaron
los años, muchos incluso desde aquellos años 60-70 de nuestra niñez, y un
primero de junio de 2014, unos cuantos de aquellos pequeños y pequeñas que la
pisáramos e hiciéramos nuestra por primera vez, hoy ya unos hombres y mujeres
de bien, hechos y derechos, regresamos a Velillas por un día y, junto a nuestra
maestra de aquellos años, volvimos a pisar nuestra escuela de aquel entonces,
en un apretado homenaje a esta última por su interés y desvelos para con
nosotros.
La
emoción del reencuentro pronto lo pudo todo y fue inundando por momentos las
conversaciones de los presentes, con unos recuerdos a flor de piel que fluían
con absoluta generosidad hacia quien en aquellos primeros años y justo en aquel
recinto, nos dirigiera los pasos en materia educativa.
Al
acabar la jornada, y abandonar el pueblo hacia nuestros destinos, una última
mirada de reojo a nuestra escuela nos hizo revivir por un momento un sinfín de
acontecimientos del ayer y del hoy...
JAVIER