Después de los duros y crudos días del invierno, largo y frío como solo nosotros sabíamos, de pronto un día, que además había amanecido resplandeciente y luminoso como pocos, salíamos los escolares al recreo y en la era que teníamos justo frente a la escuela y que constituía el marco habitual de nuestros juegos, veíamos con sorpresa que habían comenzado a brotar cientos de margaritas, a grandes corros sobre la hierba y esparcidas por toda la era. Entonces, sabíamos ya que la primavera estaba entre nosotros.
Que poco a poco lo iría cubriendo todo con su belleza y colorido sin igual. Y que era hora ya de que nos desprendiésemos de nuestras ropas de abrigo y de que fuésemos desempolvando del recuerdo una serie de juegos de calle que el buen tiempo hacia más propicios. Pero sobre todo, que el camino hacia las vacaciones de verano comenzaba a verse más despejado, aun cuando le quedaban todavía bastantes días lectivos al calendario escolar…
J A VI E R
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