miércoles, 19 de junio de 2013

Pequeña historia en torno a una cosechadora


Como el calor siga apretando durante unos cuantos días, muy pronto, con Julio ya metido en pleno verano y una buena parte de la población disfrutando de sus vacaciones, vamos a ver cómo van a ir apareciendo por nuestras carreteras, camino de nuestros campos, unas mastodónticas máquinas, hoy en día habituales ya y familiares para todos nosotros, pero que en otras épocas, cuando comenzaron a llegar a nuestros campos como extraordinaria novedad, impactaban hasta al más pintado.  Hablo de las cosechadoras.
A modo de ejemplo, voy a recrear la experiencia, trasladada a nuestros días, que vivimos los chavales de Velillas cuando llegó al pueblo la primera cosechadora; toda una novedad, tras haber irrumpido en nuestras eras algunas años atrás la famosa trilladora fija, que se asentaba sobre la era y que era ya todo un gran adelanto.
La cosa ocurrió así: De repente, un buen día de aquel verano de los años 60 –avanzados estos ya-, alguien dio “la voz de alarma” entre nosotros y nos anunció que a una tierra determinada del término municipal había llegado una máquina inmensa a la que llamaban cosechadora -infernal según y cómo-, que segaba el trigo de la tierra, lo recogía, lo trillaba, separaba el grano de la paja con total limpieza y luego lo sacaba al exterior por una especie de tolva o manguera metálica para cargarlo sobre el remolque de un tractor que caminaba a la par, o meterlo ya directamente en los sacos que este último portaba.
Que te lo dijesen así de pronto y que todo fuera así de fácil en aquel tiempo, acostumbrados como estábamos a todo aquel largo proceso de la mies en las eras hasta terminar en la panera, cuando menos te sorprendía, y lo que primero se te ocurría era decir algo así como: ¡qué adelanto!. 
Y por ello, era preciso ver el proceso en vivo y en directo sin más pérdida de tiempo; así que allá que nos fuimos los chavales de inmediato, en dirección a la finca donde nos habían dicho que se encontraba aquella colosal y a la vez un tanto diabólica máquina –estamos hablando de los años 60 en nuestros pueblos-.
Llegados allí, no salíamos de nuestro asombro mientras contemplábamos todo el proceso de principio a fin.  Y cuando regresamos de nuevo al pueblo, en las casas contamos con todo lujo de detalles nuestra experiencia recién vivida.
Y es que “los tiempos adelantaban ya que era una barbaridad”, incluso en aquellos años 60.  Y aún no teníamos ni la más remota idea de lo que estaba por venir de allí hasta nuestros días…

S a l u d o s.

                                                 J A V I E R


No hay comentarios: