martes, 27 de septiembre de 2016

MI SALIDA DEL PUEBLO.II.



Me invita la administradora a compartir mis recuerdos de la salida del pueblo para ir a estudiar al colegio “de los frailes”.

Realmente, el relato de Tasio me lo ha puesto fácil, sobretodo en el campo de los sentimientos. No obstante, los 15 años de diferencia (estamos en 1965) mejoran considerablemente el transporte: ya teníamos “Abagón” y el tren de la Robla, que seguía lento y con asientos de madera, había mejorado la seguridad del revisor.

Recuerdo con nitidez la tarde en la que entró D. Manuel en la escuela acompañado de otro sacerdote. Nos explicó que pertenecía a una Orden religiosa que tenía un colegio en Cervera de Pisuerga. Tras hacernos una exposición del colegio, de su situación privilegiada y de las muchas excursiones que podíamos hacer, solicitó levantar la mano a quien estuviera interesado. Yo la levanté; siempre he pensado que la garantía que aportaba D. Manuel en esa situación, de quien tengo un buen recuerdo, me hizo tomar la decisión.

Tras una breve entrevista y la aprobación de la familia se da por concluido el trámite. En el mes de Junio llega una carta del colegio donde se me asigna un número (210), que mantendré durante todos los años en el mismo, y se especifica el ajuar básico que hay que llevar.

Llegado septiembre, con 10 años, una maleta grande y cierta angustia nos dirigimos al colegio. Aquí el “nos” es importante, ya que al ser tres los compañeros, mitigaba la tensión.




Todo era enorme; al menos a mí me lo pareció: el dormitorio, el salón de estudio, los pasillos… Una vez asentados, empezó la disciplina: horas de estudio, trabajos manuales y los correspondientes recreos.

Durante las primeras semanas formábamos grupo los compañeros del pueblo y los que procedían de Velillas del Duque y de Villaproviano. Poco a poco el grupo se fue ampliando con compañeros de otros pueblos de las Provincias de Palencia, León y Valladolid. Con alguno de los cuales hoy mantengo contacto y amistad.

El primer año fue duro. Tuvimos vacaciones de Navidad y Semana Santa, pero sin salir del colegio; todo el curso de un tirón. Pasada aquélla “prueba de fuego”, los siguientes fueron mucho más llevaderos.

A parte del estudio, después de comer teníamos “trabajos manuales”. Estos se concretaban en tres sectores: comedor (recogida y preparación de las mesas),limpieza (pasillos, dormitorio y aulas) y ayudante de cocina. Este último consistía en pelar patatas (muchos kilos) y limpiar pescado (muchos chicharros).

Cuando llegaba la primavera, y el tiempo lo permitía, hacíamos excursiones, bien el sábado por la tarde o bien el día completo. Así fue como llegamos a coronar el “Pico Almonga”, muy próximo al colegio, y hacernos la ruta de los pantanos: pantano de Ruesga, Pantano de “La Requejada” y pantano de Aguilar. Y el día completo que pasábamos en el Santuario de la Virgen del Brezo.

En invierno, los domingos por la tarde, el salón de estudios tornaba en sala de cine. Y empezamos a soñar con las películas del Oeste americano, las historias de romanos y las risas de “El Gordo y el Flaco”.

En Cervera se hacían tres cursos: ingreso, Primero y Segundo de Bachillerato. Los siguientes se cursaban en otro colegio que la Congregación tenía en Amurrio (Álava).


Aquí el viaje ya se complicaba más. Primero “el Abagón” hasta Santibáñez de la Peña y luego el tren “La Robla” hasta Bilbao. Tras muchas horas y muchas paradas llegábamos al destino, donde siempre había que correr para poder llegar a la estación de Renfe y coger el tren de cercanías (eléctrico) que nos llevaba hasta Amurrio. En este colegio se cursaban desde tercero hasta sexto de Bachillerato y la correspondiente Reválida (tan de actualidad en estos momentos).

Creo que me estoy extendiendo demasiado, así que concluiré diciendo que, veteranos como ya éramos y hechos a la disciplina, de todos estos años yo guardo un agradable recuerdo. De las excursiones que seguimos haciendo, destaca la que realizábamos a la Virgen de Orduña, a través del puerto.

Ya en Palencia, Curso de Orientación Universitaria y prueba de acceso. Pero eso ya es otra historia. O quizás, otro capítulo de la misma...


Un saludo, 


                                                    FLORENTINO LERONES










3 comentarios:

J. Javier Terán dijo...

Tino, has descrito a la perfección, tal cual, la salida del pueblo Colegio de frailes de Cervera de Pisuerga. Porque yo fui uno de esos colegas de Velillas del Duque, como sin duda recordarás, que en esos años que cuentas compartimos estancia en ese Colegio. Y todo fue así: la toma de contacto en la escuela del cura del Colegio, creo recordar que era el Padre Gabriel -palentino él-, y partida aquel junio hacia esa "aventura" que nos costó "sudor y lágrimas" y mucha, mucha disciplina. Pero lo mejor, las excursiones y paseos que hacíamos hacia esos lugares que citas. Y en lo que toca a la Virgen del Brezo, decir que ha sido objeto de algún que otro artículo por mi parte en "Diario Palentino" (sin ir más lejos el de este miércoles de la semana pasada). Y situaciones que también he rememorado en el Blog de nuestro Colegio. O sea, Tino, que me he sentido perfectamente identificado en tu relato. Un abrazo, Javier.

Jesús Nozal dijo...

Tino, como bien dice Javier Terán has descrito a la perfección tu salida del pueblo al colegio como lo fue la mía, con lo mismos destinos de esos 7 años/cursos que también describes. Yo voy a ser más rotundo en esta apreciación de Javier: Tino, lo has clavado, no has dejado detalle suelto. Por otro lado se nota tu exquisita narrativa lo que demuestra los buenos profesores que tuviste, tuvimos, pues también fueron los míos.
Y ya puestos a contar alguna anécdota como habéis hecho vosotros, deciros que yo aprendí a nadar en el pantano de Ruesga, lo que me permitió luego disfrutar de la piscina de Amurrio, de la mano del entonces P. Tomás Quintanilla, buen maestro en esas líderes y que me hizo mejorar y espabilar luego a cuenta de las aguadillas que me hacía.
Un cordial saludo y un fuerte brazo.
Jesús

Tino. dijo...

Jesús y Javier: Además de daros las gracias por vuestros comentarios, quiero aprovechar para mandaros un fuerte abrazo.

En todos nuestros recuerdos aparecen lugares, paisajes nuevos, algún edificio, locomotoras de vapor..., pero lo que siempre permanece son las personas. En todas esas aventuras, sin mencionaros, habeís estado presentes.

Un abrazo,

Tino.